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Billy nunca había manejado tan rápido por aquellas calles de Hawkins, nunca había ido a esa velocidad, pero aquel sentimiento que le presionaba en el pecho definitivamente no era bueno.
  
Necesitaba ver a Rachel sana y salva, y después, regresar de inmediato con Max y poder ver que estuviera bien. No necesitaba nada más.

—¡Se están metiendo!—gritaba Dustin con desesperación, aquel chillido empezaba a ponerlos más nerviosos pero tenían que mantener la calma.

Eddie y Rachel comenzaron a luchar contra aquellos murciélagos. Rachel empezó a empujarlos con la ayuda de una escoba, y apenas logró sacarlos del tráiler, Eddie puso la tapa del basurero qué había estado usando como escudo.

Se quedaron callados unos segundos, con las respiraciones aceleradas y la vista fija en ese punto. Rezaban porque aquello haya sido suficiente para detenerlos.

—Funcionó—dijo Dustin y los otros dos asintieron.

—Sí, pero ¿cómo lograron entrar por ahí?—habló Rachel, con una pregunta retórica de la cuál no quería saber la respuesta. Se acomodó el cabello detrás de sus orejas, para no tener ningún obstáculo en la vista.

—Espera—Dustin levantó las manos, con las palmas extendidas en dirección a los dos mayores junto a él.—¿Tienes más agujeros en el tráiler?, ¿algún tipo de ventilación?

Eddie abrió los ojos a la par, y giró a ver hacia su habitación. Dustin y Rachel hicieron lo mismo al verlo. Escucharon aquellos monstruos queriendo pasar por algún lado, pero estaban cerca, los podían escuchar gruñendo y chillando, escuchaban los aleteos de las alas y los golpes qué le daban al tráiler. Estaban ahí, y no había mucho tiempo.

—Dustin, trepa la cuerda—ordenó Rachel, con voz firme. Caminó hacia la habitación de Eddie, asomándose para encontrar con aquellos murciélagos a punto de cruzar por una ventilación. Salió de la habitación y cerró la puerta de un portazo. Miró a los otros dos ahí, en el medio de la sala, quietos y con la mirada fija en ella—Están aquí. Trepa la maldita cuerda, Henderson. ¡Ahora!

Dustin salió del trance del qué había entrado, estaba nervioso y temía qué no alcanzará a trepar lo suficientemente rápido para que sus otros dos amigos treparan detrás de él.

El menor de cabello rizado seguía trepando, casi a punto de cruzar. Rachel mantenía la mirada fija en la puerta y de vez en cuándo, la dirigía a Dustin.

Henderson cayó del otro lado, en el colchón qué habían puesto para cuando regresarán, y miró para arriba, con desesperación, esperando que alguno de ellos trepara la cuerda.

Los murciélagos lograron su cometido, estaban rompiendo la puerta a mordidas y rasguños, eran más de dos. No iban a poder nunca salir de ahí. No había el suficiente tiempo para hacerlo. Rachel y Eddie se miraron, sabiendo que no podrían cruzar, o los llevarían al otro lado, y entonces podrían herir a Dustin y a más gente, y ninguno iba a poder cargar con la culpa sí le pasaba algo a aquel menor que tanto querían.

—¡Dustin, escondete, que no te vean!

—¡No!, Rachel, cruza. ¡¿Qué está pasando ahí abajo?!—gritaba desesperado—¡Eddie!, ¡Rachel!, ¡contéstenme!

Eddie miró a Dustin y después a la Buckley a su lado.

—Rachel, cruza. Aún puedes cruzar sí eres rápida—habló Eddie en un murmuro.—Yo los distraigo, pero necesito que cruces ya

Rachel negó casi de inmediato. Sabía que era imposible que Eddie saliera vivo de ahí sí habían más de dos murciélagos esperando para comérselo vivo. Y Bradley Buckley no había criado a una mujer que abandonaría a sus amigos.

Rachel Buckley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora