CAPÍTULO 38
Hay ocasiones en que la vida va demasiado rápido. Las horas se consumen vertiginosamente y no hay modo de pararlas. Patrick hubiera deseado que el mundo colapsara pero, contrario a esto, el mundo siguió su curso, como si su padre no estuviera a punto de partir.
Entrada la madrugada, en el hospital, el silencio reinaba. Madison se dio cuenta que también el silencio puede hacer mucho daño, fue testigo como en Patrick hacia efecto, aplastándolo, asfixiándolo, en la espera de que le dijeran que todo había terminado.
El doctor Mills hizo acto de presencia cuando el reloj marcaba exactamente las 2:50 AM, hizo una señal a Patrick y éste desapareció con él tras de unas puertas que Madison no pudo atravesar, a pesar de que no era su deseo dejarlo solo. Aproximadamente veinte minutos después, un hombre distinto cruzó esas puertas, agotado y que parecía a punto de desmoronarse.
En vano Madison buscó la mirada de Patrick, él parecía estar muy lejos, no obstante, lo aferró en un nuevo abrazo tratando de infligirle un poco de calor, serenidad, hasta vida. Patrick la apartó por un momento, sujetándola por los hombros y habló por hablar, mecánicamente, como si se dirigiera a alguien más, invisible y que sólo Patrick podía ver.
—Tengo que arreglar lo del funeral, habrá que comprar un ataúd o ¿crees que sería mejor cremarlo? No estoy seguro que a mi padre le hubiera gustado ser guardado en un cajón para ser comido por los gusanos. ¿Tú qué crees?
—Lo que te parezca mejor estará bien. Si prefieres, puedo hacer yo los arreglos.
Al fin Patrick la miró, sus ojos estaban anegados de lágrimas.
—¿Será que puedas prometerme que tú nunca te marcharás? ¿Qué te quedarás aquí, conmigo, pase lo que pase?
Madison asintió, sin atreverse a pronunciar palabra, estaba a punto de llorar, pero no podía, tenía que ser fuerte para Patrick, ahora a ella le tocaba el turno de ser su roca, como cuando su padre murió.
Patrick la sujetó de la mano y salieron al frío de la noche, un frío que se colaba dentro del cuerpo y, que en el alma de Patrick, estaba calando con fuerza.
En momentos así, es difícil qué decir, encontrar las palabras adecuadas es prácticamente imposible. Regularmente se habla de resignación, se dice que la persona que parte estará en un lugar mejor, pero a Madison todo eso se le hizo muy trillado, y apenas se atrevió a pronunciar un "lo siento" que para Patrick fue como un bálsamo, tener a Madison en esos momentos era más que suficiente para él.
El entierro fue como cualquier otro, muchas personas acudieron a darle el pésame a Patrick, quien se mostró impasible cada vez que alguien se le acercaba a brindarle unas palabras de consuelo. Él sostenía con una mano la urna que contenía las cenizas de su padre, y de vez en cuando echaba una mirada al lugar donde, en el cementerio, serían depositadas.
La luz del sol del mediodía abrasaba. Los asistentes se refugiaban bajo paraguas negros que no servían de mucho para sofocar el calor. Parecía un día normal, hasta podría decirse que bello, pero no para Patrick y mucho menos para Madison, que compartía su pena.
El tiempo siguió transcurriendo vertiginosamente hasta que Patrick y Madison se quedaron solos en el cementerio, sujetos de la mano. Después, Madison lo siguió hasta su casa y se sentaron en las sillas del porche, esperando a que llegara la noche, la madrugada no se hizo esperar y apenas durmieron un par de horas, para cuando el sol del nuevo día entró por la ventana los encontró juntos, en apariencia inseparables.
Patrick parpadeó un par de veces antes de intentar dormir otro poco, pensó de nueva cuenta en que el mundo nunca se detenía, todo avanzaba, no se pararía sólo porque su padre ya no estaba, como no se había parado cuando años atrás, Madison se había marchado de Field of Angels, dejándolo a él en la penumbra, justo donde se encontraba en esos momentos.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
RomanceDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...