Madison observaba a Caramelo desde el banco donde se encontraba sentada. Llevaba toda la mañana en los establos y no le había quitado el ojo. Pensaba en el sufrimiento del pobre animal, a lo que lo habían sometido en King Ranch y sentía bullir su ira.
La tarde que llegaron a Field of Angels con Caramelo para que fuera instalado de nuevo en su hogar, Madison había notado las heridas que presentaba el animal, y Patrick le explicó que algunas eran heridas por serreta y que seguramente Jessica había utilizado excesivamente la fusta y espuelas para aumentar velocidad.
Si antes a Madison no le agradaba la hija de Cooper, ahora sentía odiarla. ¿Qué es lo que orillaba a una persona a tratar así a un animal?
Patrick la encontró allí, tan absorta en sus pensamientos que no pensó que notaría su presencia, por eso le sorprendió que ella le hablara antes de siquiera anunciar su llegada.
—¿Puedo montarlo?
—¿A Caramelo?
Madison lo miró dándole a entender que la respuesta a su pregunta era más que obvia.
—No creo que sea buena idea, Madi.
—¿Crees que podría lastimarlo?
Patrick escogió sus palabras antes de responder.
—Más bien me parece que él podría lastimarte a ti.
Madison frunció el ceño.
—Caramelo sería incapaz.
—Mira, Madi, para un caballo ya es difícil el adiestramiento a fin de que se habitúe a ser montado, todo esto requiere un proceso de doma, aunque no se pretenda que participe en espectáculos o carreras. Siento que Caramelo debe pasar de nuevo por ese proceso antes de que alguien lo monte, inclusive un jinete experimentado debe tomárselo con calma, ¿hace cuánto que tú no montas?
Madison se cruzó de brazos.
—No te lo pregunto por ofender, Madi, pero quiero que entiendas que el montar a Caramelo en las condiciones que se encuentra, después de haber sido maltratado, podría ser muy peligroso para ti. No sabemos cómo puede reaccionar y no quiero que sufras ningún daño, así que preferiría que no te le acerques mucho.
Patrick guardó silencio esperando a que Madison dijera algo, por fin ella soltó un suspiro y levantó los brazos en señal de rendición.
—Tienes razón —dijo y Patrick le sonrió.
—No tienes una idea lo bien que se siente escucharte decir esas palabras.
Madison soltó una carcajada.
—Tampoco te acostumbres a escucharlas —dio un último vistazo a Caramelo y agregó: —Regresaré a mi estudio, tengo trabajo que hacer.
—Bien —respondió Patrick—. Nos vemos a la hora de la comida —y no le causó extrañeza que Madison acatara lo que le había dicho sobre Caramelo sin discutir.
Dos días después, ya entrada la tarde, cuando los empleados se retiraban a sus casas a descansar, Madison se internó en las caballerizas vestida para montar. ¿Cómo un animal tan noble como Caramelo se atrevería a dañarla? Patrick estaba equivocado y se lo demostraría.
Avanzó hasta donde se encontraba Caramelo y lo miró a través de la ventana con reja metálica, después fue hacia la puerta y quitó los cerrojos.
—Hola, lindo —le dijo Madison, acercándose de forma cautelosa, estaba sujeto a la anilla lo que, en teoría, le facilitaría ensillarlo.
Se dispuso a acicalarlo y cuando comenzó el animal ni se inmutó, lo que le infligió a Madison algo de confianza, aunque después comenzó a dudar, principalmente a la hora de colocar la silla, pues no estaba segura de si debía utilizar una almohadilla o alguna frazada para dar una mejor amortiguación, al final se decidió por colocar las dos.
Madison sabía que no era tan sencillo ensillar un caballo, pero esperaba poder hacerlo sin problemas, pues, aunque hace mucho no lo hacía, desde su regreso a Field of Angels había observado el proceso montones de veces; sin embargo, desde el primer momento resultó obvio que no era lo mismo observar que hacer, no obstante, se las arregló como pudo y logró ensillar a Caramelo.
Conduciéndolo de las riendas Madison sacó a Caramelo de las caballerizas y se dirigió con él al espacio destinado para los adiestramientos, sólo montaría un poco y después correría a la casa para cenar, seguramente Patrick ni notaría su ausencia en tanto siguiera pegado a los libros de contabilidad, pero mientras avanzaba con Caramelo, Max se dio cuenta de lo que pretendía e intentó detenerla.
—Señorita, ¿qué está haciendo?
Madison soltó una palabrota por lo bajo al sentirse descubierta.
—Saqué a Caramelo para que diera un paseo —respondió sin detenerse.
—¡Señorita! —le siguió Max a corta distancia—. Un caballo no es un perro. Quizá no debería...
Madison lo fulminó con la mirada.
—¿No debería qué? —Max se quedó callado—. Vete ya a descansar, Max. Nos vemos mañana.
Madison aceleró el paso sabiendo bien que apenas perdiera de vista a Max, éste correría con Patrick para decirle lo que ella estaba haciendo, aunque, no estaría mal que Patrick la viera montando a Caramelo, después de todo ¿qué podría salir mal?
Madison escuchó la voz de Patrick cuando estaba poniendo el pie en el estribo, pero no se detuvo, montó a Caramelo y para cuando Patrick le dio alcance, el caballo comenzaba a trotar.
—¡Madison, baja de ese caballo ahora mismo!
Patrick parecía furioso, su rostro estaba enrojecido, pero también se le notaba preocupado, lo que ocasionó que Madison se sintiera algo culpable.
—¡Cálmate, Patrick! ¡No pasa nada!
Madison pensó que la sensación de montar a caballo era maravillosa y apenas notó que Caramelo comenzaba a avanzar con más velocidad, por lo que cuando quiso jalar las riendas e intentar que se detuviera, le fue imposible.
La sensación maravillosa que la había inundado fue reemplazada por una de pánico y su rostro se puso lívido, vio como Patrick saltaba la cerca e intentaba sujetar a Caramelo, pero el caballo soltó un relincho y corrió al fondo de la cerca.
Por la mente de Madison cruzó la certeza de que Caramelo no podría saltarla, era demasiado alta, pero el caballo saltó, elevándose por los aires, tirando a su paso el tablón de madera más alto.
Caramelo avanzó un par demetros antes de deshacerse de su jinete, Madison cayó sobre la superficieterrosa con un ruido sordo, ella quedó inmóvil ante la mirada horrorizada de Patrick,mientras Caramelo se perdía en la distancia.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
RomanceDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...