Capítulo 1

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CAPÍTULO 1

Era un día soleado, el cielo estaba completamente azul, ni una sola nube opacaba su esplendor. El ruido del tráfico llegaba a los oídos de Madison Taylor, mientras veía pasar a la gente por la ventana del elegante restaurante en el que se encontraba. Su mirada estaba perdida en algún punto de ese panorama, escuchaba sin realmente escuchar. Seguía sin creer lo que le decían.

—Señorita Taylor, ¿qué opina? Su abuelo fue muy explícito en su testamento. Lo conocí bien. Hablaba de usted todo el tiempo. Mi nieta esto, mi nieta el otro... Por lo que pude apreciar la quería mucho.

Hacía diez años que Madison había salido de Philipsburg y que prácticamente no sabía nada de James Taylor: su abuelo y ahora su posible benefactor.

—¿Qué pasa si no quiero aceptar la herencia?

El hombre de traje que estaba sentado frente a ella puso una expresión seria y en su rostro apareció una mueca.

—¿Perdón? No creo que realmente lo esté considerando...

—No entiende, hace mucho que dejé de ver a mi abuelo. Ni siquiera estoy segura de que su muerte me provoque algo de tristeza —dijo Madison, con un toque de resentimiento que, si su acompañante lo notó, decidió pasar por alto—. No sé por qué me dejó a mí todos sus bienes. Nunca fuimos muy allegados, ni siquiera cuando viví en Philipsburg junto con mi padre.

El abogado seguía callado, la miraba atento, como analizándola. Por fin habló de nuevo.

—Me parece que la que no entiende es usted. Quizá no supo nada de su abuelo durante varios años, pero él se mantuvo cerca todo ese tiempo. ¿Cómo piensa que pude encontrarla? Creo si regresara a Philipsburg se daría cuenta. De cualquier modo, el señor Taylor previno esta reacción suya. Es su decisión el no tomar la herencia, pero creo que el dinero le caería bien. ¿No tiene planes? ¿Cosas por hacer? ¿Acaso no quiere abrir una galería de arte?

Madison enmudeció. Lo cierto es que tenía en la cabeza un montón de proyectos. Pero, ¿cómo es que sabía lo de la galería?

—El dinero y las propiedades son suyas para que pueda hacer con ellas lo que quiera —prosiguió el abogado—. Aunque hay un pequeño detalle...

—¿Detalle? ¿Qué detalle?

—Bueno, antes de tener el control total sobre el dinero de la herencia, tiene que hacer uso de él en Philipsburg, atender las necesidades de la hacienda que era de su abuelo y vivir allí por lo menos un año.

—¡¿Qué?! ¿Está usted loco? Eso es totalmente absurdo.

—Son las estipulaciones que dejó su abuelo. Yo sólo soy el mensajero.

Madison observó al abogado quien en ese momento lucía una sonrisa petulante.

—¿Puedo siquiera pensarlo un par de días? —preguntó dudosa.

El abogado respondió en tanto se levantaba de la silla y cogía su portafolio para marcharse.

—Tómese el tiempo que necesite. Le dejo mi tarjeta. Nos vemos en Philipsburg —dijo mientras se alejaba, dando por hecho que Madison aceptaría las condiciones de su abuelo.

Madison permaneció sentada unos momentos más mientras veía al abogado de su abuelo cruzar la puerta del restaurante. Tomó la tarjeta que éste había dejado. En letras negras sobre un fondo blanco se leía: Paul Crowley, Abogado/Philipsburg.

—Philipsburg —dijo apenas en un susurro—. ¡Ni loca!

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora