CAPÍTULO 13
No obstante que Patrick no había vuelto por Madison para mostrarle la hacienda, ella le había dado alcance. Quizá fue una tontería el dejarla esperando, pero el verla molesta, con los brazos cruzados y echando chispas por los ojos bien había valido la pena. Era una fierecilla hermosa.
—Lo olvidé —había dicho Patrick sonriendo, y ella había apretado los labios en un esfuerzo por no gritarle.
Madison le pidió a Patrick que le presentara a los empleados, uno por uno, sin excepciones, lo cual fue un proceso bastante largo y cansado. Visitaron las caballerizas, los planteles de yeguas madres y padrillos, y cuando estuvieron en las instalaciones de inseminación artificial Madison había abierto la boca desmesuradamente, no pudiendo ocultar su sorpresa.
—Todo esto es grandioso —le dijo a Patrick y se había empeñado en hablar con los veterinarios y adiestradores, pero apenas vio a los potrillos corriendo libres en descampado, quedó embelesada y nadie pudo moverla de allí.
Después de ese día se hizo habitual verla en cualquier lugar de la hacienda, siempre sosteniendo un lápiz y un cuaderno viejo de dibujo entre las manos, y era fácil saber donde se encontraba ante la actitud de los empleados, que se mostraban más relajados con su presencia.
A fin de cuentas, el viernes de la cena con Edmund se pospuso. Él había llamado para disculparse con Madison y avisarle que estaría fuera un par de semanas. Negocios, había dicho, y aunque Madison no le informó a Patrick nada de esto, Martha se encargó de que se enterara, lo cual fue motivo para que su humor cambiara, pues se irritaba fácilmente al imaginar a Madison con Edmund Rochester.
Madison, para admiración de Patrick, comenzó a levantarse a primera hora de la mañana. Algunas veces él llegaba y se encontraba con que ella ya estaba en las caballerizas, ayudando a cepillar a los caballos. Se había convertido en una especie de competencia, y a Martha le divertía verlos corriendo por las mañanas intentando adelantarse el uno al otro.
Parecía que todo volvía de a poco a la normalidad. Patrick volvió a su rutina, y ahora comía junto con Madison y Martha. A las dos y media de la tarde en punto, la chica Taylor y el chico Evans cruzaban la puerta de la cocina y se sentaban a la mesa. Martha estaba encantada con ellos.
Algunas veces bromeaban y otras atendían detalles propios de la hacienda, mas nunca hablaban del pasado, era como un acuerdo tácito, aunque para Martha resultaba obvio que eventualmente habrían de tocar el tema, notaba bien las miradas que tanto Patrick y Madison compartían, aún había un cierto toque de aversión y cautela, pero también había amor y Martha esperaba que pronto se arreglaran las cosas.
Después de comer volvían al trabajo. Madison estaba en su elemento, era obvio, y Patrick no entendía cómo es que ella pudo estar tanto tiempo lejos de Field of Angels, era su hogar, donde había crecido y no todo había sido tan malo. Los recuerdos de Patrick lo confirmaban, algunas veces seguía soñando despierto.
Al atardecer, Madison se sentaba sobre la cerca circular que delimitaba uno de los espacios que se ocupaban para adiestrar a los caballos, y observaba a Patrick montar, era un experto jinete y por lógica se le daba muy bien la doma.
Patrick estaba ya tan acostumbrado a la presencia de Madison, que si se retrasaba así fuera unos escasos minutos, se preocupaba y le daban ganas de correr a buscarla. Sólo se tranquilizaba cuando la veía encaramada sobre la cerca, con su cuaderno de dibujo y el lápiz empuñado en la mano. Su amazona paisajista, sólo esperaba ver pronto lo que dibujaba, sus cuadros hacía tiempo que no había podido verlos.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
RomanceDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...