CAPÍTULO 6
Los ruidos de afuera llegaron a los oídos de Madison desde muy temprano. Aún no amanecía del todo y el ajetreo general se escuchaba por todos lados. Había olvidado que esa hermosa casa en la que se encontraba era parte de una hacienda que se dedicaba a la crianza y comercialización de caballos de pura raza, y que los días daban inicio a primera hora de la mañana.
Se desprendió de las cobijas y se dirigió al baño para darse una ducha, lo primero que quería hacer era desayunar. La noche anterior después de la pequeña charla con Martha había preferido no bajar a la cocina e irse directo a la cama, así que moría de hambre. Además, le urgía hablar con ese dichoso abogado. Necesitaba una salida para esa cláusula del testamento que la obligaba a estar ahí por un año.
—Buenos días, Martha —dijo apenas entró a la cocina.
—Te levantaste temprano. En un momento sirvo el desayuno en el comedor.
—¿En el comedor? Preferiría desayunar aquí… contigo.
Martha le dirigió una sonrisa tímida.
—Está bien. ¿Qué quieres desayunar?
—Huevos revueltos. ¿Todavía haces esos pastelillos de chocolate?
—Sí. ¿Quieres unos?
—¡Claro!
Desayunaron en silencio. Martha tenía los ojos fijos en Madison y ésta le sonreía cada vez que sus miradas se encontraban.
—Estás rara. ¿Por qué me miras tanto? —indagó Madison.
—Hace años que no te veo. Es normal que quiera observarte, ¿no crees?
Madison se encogió de hombros y soltó un suspiro antes de dirigir su atención a las ventanas, un feo plástico reemplazaba la que había roto, pero por las demás el sol entraba a raudales.
—Había olvidado lo hermoso que es aquí. Hace tanto que no respiro aire puro que temo que me haga algún daño —señaló riendo—. Por cierto, ¿Patrick trabaja aquí? —agregó en tono serio—. Sólo es curiosidad.
Martha sonrió con picardía.
—Tu abuelo lo contrató hace ya varios años. Ese chico universitario es totalmente trabajador.
—¿Universitario?
—Sí, estudió en Nueva York.
—¡¿Nueva York?! —preguntó Madison sorprendida—. Yo también estudié en Nueva York.
—Lo sé —dijo Martha sin mirarla a los ojos y se apresuró a cambiar de tema—. Cuando Patrick regresó, tu abuelo lo contrató y desde entonces aquí sigue. Field of Angels no sería lo mismo sin él. Prácticamente se hace cargo de todo: administración, finanzas, abastecimiento… Tu abuelo le tenía mucha confianza.
—No puedo creer que se haya pasado al lado oscuro. Es un traidor —dijo Madison entre dientes.
—¿Perdón? No te escuché.
—Decía que tengo que ir al pueblo. ¿Crees que alguien pueda llevarme?
—¿Al pueblo? Puedo pedirle a alguien que vaya por lo que necesites.
—Es algo personal. Necesito hablar con el abogado de mi abuelo.
—Ah —dijo Martha—. Buscaré a alguien que te lleve.
—¿No hay algún vehículo que pueda usar?
—¡¿Sabes manejar?!
—Por supuesto —aseguró Madison.
—Entonces puedes usar alguno de los autos que hay en la cochera. La camioneta o quizás el coche que era de tu abuelo.
Madison salió al instante por la puerta de la cocina mientras Martha le gritaba que podía encontrar las llaves en la cochera, colgadas en un marco de madera sujeto a la pared.
Patrick observaba a Madison desde una distancia prudente, la suficiente para que ella no lo notara, pero Martha sí que notó su presencia.
—No deberías de husmear —le regañó apenas se acercó a él.
—No estoy husmeando, sólo vine por algo que olvidé anoche —se defendió Patrick cruzándose de brazos.
—Sí, ¡cómo no!
Patrick ignoró el tono burlón.
—¿Y? ¿Qué dice tu niña adorada?
—Es encantadora, como siempre ha sido —expresó Martha con orgullo—. Aunque algo dura, pero tengo fe en que todo irá bien.
—No deberías tener fe en esa chica, te rompió el corazón una vez. ¿Qué te hace pensar que no lo hará de nuevo?
—Preguntó por ti, ¿sabes? Quizá tú también necesites un poco de fe.
—Yo lo único que necesito es que no se quede por mucho tiempo. Su presencia no me es precisamente grata.
—Eso no te lo creo, Patrick. Tú también la quieres aquí. La extrañabas tanto como yo.
—No sabes lo que dices, Martha. Yo aprendí a vivir sin ella y así es como quiero seguir viviendo. Tú deberías hacer lo mismo —Patrick dio por terminada la conversación y se marchó.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
DragosteDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...