Capítulo 57

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CAPÍTULO 57

La cafetería a la que se refería Patrick se llamaba Gardenia y no era tan fácil de ubicar pues solo había un pequeño letrero que la anunciaba y por fuera parecía una casa como cualquier otra. Al entrar sonó una campanilla y de inmediato los envolvió el aroma a café y de pan recién hecho y a Madison se le hizo agua la boca.

Una adolescente salió al encuentro de los nuevos clientes, los condujo a una pequeña mesa de madera con un mantel blanco de encaje y después de dejarles la carta les indicó que volvería en cinco minutos a tomar su orden.

Madison observó el lugar, no era demasiado grande, apenas unas diez mesas redondas con idénticos manteles. Las paredes estaban pintadas de color rosa pastel y las adornaban cuadros con flores bordadas en punto de cruz. Al fondo había una pequeña barra de madera, una registradora que lucía algo desvencijada y un mostrador donde se exponían unos pasteles que lucían deliciosos.

Unas cortinas blancas que parecían de la misma tela que los manteles daban paso a lo que Madison suponía era la cocina y desde donde provenía una suave música de jazz. A Madison al instante el lugar le encantó.

Una vez analizado su entorno se atrevió a mirar a Patrick, quien, al parecer, no le había quitado ojo de encima.

—¿Te gusta?

—Es bastante inusual encontrar un lugar así en esta zona.

—Lo sé. Aquí me alimenté muchos días cuando estuve en la universidad.

Madison se limitó a asentir y no pudo recordar si alguna vez Patrick le había hablado de su época en la universidad, la verdad es que ella tampoco había mencionado mucho sobre sus estudios.

De repente se dio cuenta que, en el tiempo en que estuvo en Field of angels tanto Patrick como ella habían omitido tocar ciertos temas, como si hablar de todos esos años en los que fueron extraños el uno para el otro hubiere sido un campo minado que en cualquier momento los hubiere hecho explotar.

Bajó la vista hacia sus manos y pensó que quizá Patrick y ella seguían siendo extraños. ¿Cuántas cosas se ocultaban el uno del otro? ¿Cuánto más ocultaba Patrick?

Los pensamientos de pesadumbre fueron interrumpidos cuando la mesera acudió a su mesa. Madison la observó y se dijo que no tendría más de dieciséis años y no pudo evitar recordar cuando ella tuvo el mismo trabajo, había sido una época triste, demasiado solitaria, quizá su destino era ese, estar sola.

—¿Madison? ¿Te pasa algo?

Madison se sobresaltó. Tanto Patrick como la chica la observaban atentamente.

—¿Qué?

—Preguntaba si ya sabes qué ordenar.

Madison echó un vistazo rápidamente a la carta sin saber muy bien qué decir.

—Puedo recomendarte unos hotcakes con arándanos, café y tal vez pastel de zanahoria —sugirió Patrick.

—Eso está bien.

—Yo quiero lo mismo —indicó Patrick y la chica se dirigió de inmediato a la cocina.

—¿Segura que estás bien? —Patrick intentó tomar su mano apoyada sobre la mesa, pero se detuvo a escasos centímetros.

Ambos miraron sus manos, un solo movimiento y sentirían la calidez que despedían, pero Madison la retiró y Patrick soltó un suspiro de frustración.

Desayunaron en silencio, apenas dirigiéndose un par de palabras. De repente el ambiente se había tornado tenso. Madison apuró el resto de su café y se levantó antes de que Patrick pudiera replicar.

—Yo invito —dijo sacando dinero de su cartera y se dirigió a la salida, un minuto después Patrick estaba de nuevo caminando junto a ella.

—Siempre me ha gustado Nueva York. Es una ciudad impactante —comenzó a hablar—. La primera vez que vine aquí fue para conocer dónde estudiaría. James insistió en venir conmigo —miró de reojo a Madison, midiendo su reacción, pero ella pareció no inmutarse ante la mención de su abuelo—. Supongo que mis ojos salieron de sus órbitas, aunque James tuvo el tacto de no mencionarlo. Se supone que estaríamos solo dos días, pero estuvimos casi una semana. Me llevó a conocer el estadio de los Yankees y el Madison Square Garden. Todo fue una maravilla.

De súbito Madison se detuvo.

—¿Qué es lo que pretendes? —le dijo a Patrick.

—¿A qué te refieres?

—¿Buscas lastimarme más?

—No, Madison, claro que no.

—¿Entonces a qué se debe tu amena charla? —preguntó con sarcasmo.

—Es solo que... No quiero ocultarte nada. No debería. Antes lo hice mal, o lo hicimos mal, no sé. Pero creo que tendrías que saber todo de mí. Todo. Hasta la más mínima cosa. No busco lastimarte hablando de tu abuelo y lo que viví con él, es lo que menos quiero. Solo busco alcanzarte de alguna manera. Busco acercarme a ti hasta tal punto que por fin reconozcas que soy parte de ti y que tú eres parte de mí. Quiero entenderte y que me entiendas. Que me perdones por lo que no dije, por todo lo que te reproché. Que me perdones por no haber sabido manejar tu ausencia y que, en lugar de la tristeza, para sobrevivir sin ti, haya escogido el rencor.

»Sé que fui un cobarde, pero perderte ha sido una de las cosas más dolorosas que me han pasado en la vida y perderte dos veces ha sido insoportable, por eso hablo y seguiré hablando hasta vaciarme, hasta que no quede nada que no sepas de mí, y no importa si tú todavía no estás lista porque yo te esperaré toda la vida.

Todo el cuerpo de Madison temblaba. Habría sido fácil lanzarse a los brazos de Patrick y obligarlo a que con besos borrara todo el dolor causado, todas las ausencias, toda su soledad, pero no estaba lista, el miedo la inundó fácilmente y en lo único en que pensó fue que no quería volver a ser lastimada, así que cuando Patrick comenzó a avanzar para acortar la distancia entre ellos Madison dio media vuelta y salió corriendo.

No se detuvo, aunque sentía que le faltaba el aire y las lágrimas que brotaban de sus ojos nublaban su visión, corrió hasta que de un tirón la apartaron de la calle justo cuando una camioneta pasaba a su lado a toda velocidad.

Unos brazos fuertes la envolvieron y al levantar la vista se encontró con los ojos azules de Patrick, quien enjugó sus lágrimas con sus manos y, sin poder resistirse, la besó. 

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora