En ocasiones, cuando todo parece marchar de la mejor manera, la vida nos sorprende dando un giro inesperado. A veces, el miedo nos hace tomar las peores decisiones, sin darnos cuenta que tarde o temprano la verdad siempre sale a la luz.
Madison se encontraba en su habitación, en Field of Angels, llevaba ya tres días descansando en casa, sin atreverse a realizar demasiados esfuerzos, en primera, porque las costillas seguían doliéndole demasiado, y en segunda, porque Patrick prácticamente no la dejaba hacer nada.
Él se había empeñado en llevarle el desayuno a la cama y, si Madison se lo hubiera permitido, habría ocurrido lo mismo con la comida y la cena, pero Madison se había puesto firme y había dejado claro que si permanecía demasiadas horas confinada en su habitación se volvería loca.
No obstante, Madison no había podido evitar que Patrick la vigilara todo el tiempo, sobre todo después de que saliera de la casa a preguntar a los empleados por Caramelo, no había ni rastros del caballo, pero Patrick la había tranquilizado diciéndole que de ser necesario él mismo saldría a buscarlo.
Apenas unos minutos antes, Patrick había estado allí con ella para ayudarle a vestirse después de que se bañara, aunque Madison sospechaba que Patrick tenía segundas intenciones para ayudarla en esa tarea y no eran las intenciones más honorables.
Mientras se cepillaba el cabello frente al espejo de su tocador, escuchó un ruido tras ella proveniente de la puerta, sonrió pensando que era Patrick, pues Martha siempre tocaba.
—Patrick —dijo en tono divertido—. No necesito ayuda para vestirme otra vez —esa mañana, mientras la ayudaba a ponerse la ropa, Patrick le había dado pequeños besos en la piel que estaba expuesta. Madison sintió sonrojarse al recordarlo, un sonrojo que desapareció al ver la silueta que se reflejaba en su espejo.
—¡¿Qué haces tú aquí?! ¡¿Quién te dejó pasar?! —soltó Madison con voz firme y autoritaria en tanto se ponía de pie de golpe, un movimiento que intensificó el dolor de sus costillas.
—Mi nombre es Andrea Patterson.
Madison la recordaba de Resting Garden, aunque no sabía su nombre y éste no explicaba qué hacía esa mujer en su habitación, así que volvió a preguntar.
—No has respondido a mi pregunta. ¡¿Qué haces tú aquí?!
—Vine a hablar con la señorita Taylor, con usted.
Madison sintió una extraña sensación, presentía que lo fuera que tenía que decir esa mujer, no sería nada bueno.
—No atiendo a nadie en mi habitación, cualquier persona que quiere hablar conmigo primero tiene que anunciarse. No sé cómo entraste hasta aquí, pero si no te vas en este momento, mandaré a sacarte.
Andrea mostró una mueca de disgusto antes de recomponerse.
—No entiende, tuve que hacerlo así, esperé hasta que Patrick se fuera.
El escuchar el nombre de Patrick en labios de esa mujer provocó en Madison una oleada de celos.
—¡Suficiente! —dijo—. No me interesa lo que tengas que decir —y se acercó al interfono de su escritorio para llamar a Martha; sin embargo, Andrea no paró de hablar.
—¡Es que no entiende! ¡Estoy harta de que me engañe! ¡Qué nos engañe a ambas!
Madison se detuvo.
—¿Qué quieres decir con eso? —cuando Madison volvió a mirar a Andrea ésta tenía lágrimas en los ojos.
—Patrick... Él... él... —Andrea tartamudeó—. Me juró que no había nada entre ustedes, que solo eran negocios, únicamente teníamos que esperar seis meses y él y yo podríamos continuar con nuestros planes.
Madison sintió un nudo en el estómago, sabía que no debía seguir escuchando a esa mujer, pero tampoco podía callarla, se dejó caer en la silla de su escritorio y miró atentamente a Andrea mientras hablaba.
—Yo le creí porque lo amo, pero después los vi juntos, en la plaza. ¡Él muy cabrón estaba enamorándola! No tiene una idea de cuánto me dolió, sabía que él tenía que hacer que usted se quedara en Field of Angels, pero debía haber otras formas, ¡no tenía por qué meterse en su cama!
Madison la interrumpió.
—¿Tenía que hacer que me quedara en Field of Angels?
Andrea le dio la espalda a Madison antes de responder y, cuando lo hizo, una sonrisa triunfal apareció en su cara, pero cuando volvió a mirar a Madison, sus ojos, de nueva cuenta, estaban anegados de lágrimas.
—Por lo del testamento —señaló Andrea—. Pero supongo que no lo sabe.
Madison tenía muchas ganas de llorar, pero no quería hacerlo frente a esa mujer, así que hizo uso de todas sus fuerzas para no quebrarse, en tanto, Andrea siguió con su historia.
—Su abuelo, el señor Taylor, estaba a punto de morir, el médico dijo que no había mucho por hacer. Patrick estuvo al lado de él todo el tiempo, pero una vez que James Taylor no estuviera, Patrick no tenía nada que hacer en Field of Angels, usted regresaría a reclamar lo que es suyo, así que Patrick y yo hicimos planes, nos iríamos lejos, pero entonces surgió el dichoso testamento y los planes cambiaron, al menos los de Patrick.
»James Taylor le ofreció a Patrick la mitad de todo, solo tenía que quedarse, esperar a que usted regresara y convivir con usted por seis meses, después de eso, también sería dueño de Field of Angels.
Andrea guardó silencio, esperaba la reacción de Madison, ella seguía mirándola sin decir nada, entonces sonrió, lo que por un momento descolocó a Andrea, pero estaba preparada para que Madison no le creyera.
—No es verdad —dijo Madison—. No puede ser verdad lo que dices —esa actitud no era propia de Patrick, él nunca había sido interesado, ella creía, o esperaba, que los sentimientos de Patrick hacia ella fueran genuinos.
—¿No me cree? Si quiere puede leer el testamento —Andrea sacó de su bolsa unos papeles doblados y cuando se los ofreció a Madison ésta centró su atención en la mano izquierda de Andrea.
—¿De dónde sacaste eso? —preguntó Madison, señalando el anillo que llevaba puesto Andrea en su dedo anular.
—Es el anillo que me dio Patrick cuando me pidió matrimonio.
El mundo de Madison se vino abajo, el anillo que llevaba Andrea era de la familia de Patrick, había sido de su madre, de su abuela... era ese anillo con el que muchas veces soñó Madison que Patrick le pidiera matrimonio.
Andrea dejó la copia del testamento sobre el escritorio de Madison y se dispuso a retirarse.
—No es nada en contra suya —le dijo a Madison antes de salir por la puerta—. Solo quiero recuperar a mi prometido.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
RomanceDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...