Gia permaneció en el hospital por dos días y, si bien Madison le había prometido que no lo haría, por lo que se enfadaría apenas se enterara, había llamado a su padre, realmente creía que Gia necesitaba ayuda profesional, el casi morir por una sobredosis era algo que no podía tomarse a la ligera.
Madison estaba realmente preocupada por ella, sobre todo porque desde que a Gia la dieron de alta del hospital, se había mostrado ausente. Prácticamente no salía de su habitación y apenas comía, y aunque Madison se negaba a creerlo, se le notaba algo decepcionada por haber salido viva de tan desagradable experiencia.
¿Acaso Gia había intentado suicidarse? Sonaba absurdo, pues Gia era una de las personas más seguras que conocía, pero había algo que a Madison la asustaba, algunas actitudes que su amiga del alma había empezado a mostrar apenas un año atrás, sólo que no sabía lo que había detonado su cambio de actitud.
No estaba segura de cómo poder ayudarla, pues si bien ambas eran muy abiertas la una con la otra y se contaban prácticamente todo, Madison sentía que Gia ocultaba algo, y debía ser grave para que no se hubiera atrevido a contárselo, de allí que se hubiera decidido a llamar a su padre, si no la escuchaba a ella, quizá a él sí.
Frank Hall era un hombre de carácter duro, pero amaba mucho a su hija, y Madison estaba segura que acudiría apenas supiera lo que pasaba, y así fue. El padre de Gia llegó a Field of Angels un par de días después de que Madison se comunicara con él.
Madison esperó fuera de la casa hasta verlo llegar, quería ser la primera que hablara con él y evitar un conflicto con la reacción que pudiera tener Gia al verlo allí. Cuando el Mercedes Benz negro de Frank Hall se acercó por el camino de grava, a Madison comenzaron a sudarle las manos. ¿Qué le diría?
Un hombre que rebasaba por poco los cincuenta años, alto y delgado, vestido con un traje impecable y con el cabello oscuro pintado ya con algunas canas, descendió del vehículo. Madison sintió un escalofrío al verlo, y no por la expectativa de lo que sucedería ante la situación que atravesaba Gia, sino porque la sola presencia de ese hombre era apabullante.
Frank sonrió a Madison y se acercó a saludarla dándole un fuerte abrazo.
—Se te ve tan guapa como siempre, Madison —comenzó para luego preguntar: —¿Dónde está Gia?
—Arriba, en su habitación. Gracias por venir apenas llamé.
—Gracias a ti por llamar. ¿Crees que pueda pasar a verla?
—Creo que sería mejor que le dijera que estás aquí y quizá...
—Te lo agradezco, Madison, pero no creo que necesite de una previa presentación para poder ver a mi hija.
Madison se quedó callada. Frank Hall estaba acostumbrado a dar órdenes, nunca a recibirlas, siempre había sido así, aunque en este caso, quizá tenía razón, al ser el padre de Gia podía verla sin trabas, y seguramente era el más indicado para decidir lo que era mejor para ella.
—¿Todo bien por aquí? —interrumpió Patrick.
—Patrick —Madison ocultó su sorpresa de verlo ahí, se suponía que había ido al pueblo y regresaría ya entrada la tarde—. Te presento a Frank Hall, el padre de Gia —y agregó dirigiéndose a este último: —Él es Patrick Evans, el administrador de la hacienda.
Patrick frunció el ceño, no le había gustado que Madison no lo presentara como su novio, y Madison observó cómo los dos hombres más importantes de su vida actual se estrechaban la mano.
Frank Hall hizo un gesto inquisitivo dirigido a Madison y ella bajó la mirada con timidez, para ella, el que Frank conociera a Patrick, era lo más cercano a que un padre conociera al novio de su hija.
—Bueno, ha sido un gusto conocerlo, joven Evans —el tono de Frank Hall era adusto y Patrick no pudo evitar recordar a James Taylor—. Madison, ¿podrías indicarme el camino?
—Claro —se apresuró a responder Madison—. Te acompaño. Supongo que Gia estará despierta.
Madison condujo a Frank hasta la habitación de Gia y espero en la planta baja junto con Patrick. Estaba realmente preocupada por la reacción de Gia y estaba preparada para escuchar los gritos tanto del padre como de la hija; sin embargo, no se escuchó ningún grito, y casi una hora después ambos salieron de la habitación. Gia estaba vestida y su padre jalaba sus maletas.
—¿Se van? —preguntó Madison apenas los vio.
Fue Frank el que respondió, sin dar oportunidad a Gia.
—Te agradecemos la hospitalidad, Madison, estuve hablando con Gia y lo mejor es que partamos cuánto antes.
Madison buscó la mirada de Gia y no encontró respuesta. Se le notaba que había llorado bastante.
—¿Gia? —dijo casi en un susurro.
—Es lo mejor, Madi —contestó la aludida y al fin la miró. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas—. Necesito ayuda.
El que Gia reconociera que necesitaba ayuda era un gran paso y Madison corrió a abrazarla.
—Voy a estar contigo en todo momento, Gia, para lo que necesites —le aseguró.
—Lo sé, Madi —y Gia sonrió, una sonrisa triste que no alcanzó a llegar a sus ojos, y después se dirigió a Patrick: —¿La cuidarás mientras no esté?
Patrick asintió.
—Eso espero —siguió Gia—. O tendré que regresar a matarte.
Todos rieron, lo que aligeró un poco la tensión que se respiraba.
Madison los acompañó al coche y volvió abrazar a Gia antes de que se marchara junto con su padre, quien la llevaría a un centro de rehabilitación e inmediatamente se dijo que tendría que ir a visitarla durante el tiempo que estuviera allí.
Había lugares muy estrictos,pero esperaba que las visitas estuvieran permitidas, si no era así, ya se lasarreglaría para tener noticias de Gia y para que ella supiera que afuera laesperaba la gente que la quería.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
RomanceDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...