CAPÍTULO 26
La cena discurrió con más interrupciones que las que Madison hubiera querido. La gente se acercaba a su mesa sólo para conocerla, y una vez que el alcalde estuvo al lado de ella, esto dio pauta para que comenzaran las presentaciones, únicamente faltaba que le pidieran que se sacara fotografías.
No se acordaba ya de lo poco que había comido, estaba nerviosa y se sentía como en una pintura en exposición. A decir verdad, empezaba a hartarse, aunque a Edmund parecía gustarle que su acompañante fuera tan popular. Él parecía estar bastante cómodo, la sonrisa en su rostro no desaparecía.
Madison también se esforzaba en sonreír, sólo que después de determinado tiempo ya le dolían las mejillas, pero se sentía culpable al ver a Bradley Donovan, parecía que era el único que notaba que no se la estaba pasando bien.
—Lamento tanto ajetreo —le dijo él apenas tuvo oportunidad—. Nunca pensé que no la dejarían ni respirar. Debe estar ya fastidiada.
Madison se sobresaltó ante el comentario.
—Por supuesto que no, la estoy pasando muy bien —su educación no le permitía decir la verdad, pero en lo único que pensaba era en la tranquilidad de Field of Angels, y en Patrick. ¿Dónde se había metido? No había dado señales de vida en todo el día y ni siquiera la había visto con su vestido nuevo.
Bradley Donovan le dio un apretón en la mano.
—Espero que no me odie por lo que viene a continuación.
—¡¿Qué?! —dijo Madison, pero el alcalde se había levantado ya de su silla y se dirigía hacia donde se encontraba la orquesta.
Ella miró a Edmund y él le sonrió.
«¿Qué nunca deja de sonreír?».
—Señor Rochester —se acercó uno de los meseros—. Tiene una llamada, parece que es urgente. Puede atender en la oficina del alcalde.
—¿Ahora? —Edmund lucía molesto, aun así se levantó—. Disculpa, Madison —y miró dudoso hacia la pista—. Prometo no tardar.
Madison lo observó salir por la puerta principal. ¿Una llamada ahí y justo en ese momento? Volvió a dirigir su atención hacia el alcalde cuando escuchó su voz saliendo de las bocinas.
—Bienvenidos al baile de gala de este año. Como es habitual, agradezco la presencia de todos y cada uno de los asistentes, sabemos bien que sin ustedes esto no podría llevarse a cabo. Todos estamos conscientes del esfuerzo que requiere asistir esta noche, y menos mal que es sólo una vez al año —el alcalde se palpó el bolsillo, lo que ocasionó un coro de carcajadas—. Pero es por una buena causa.
Madison se removía nerviosa en su asiento.
—Como ya se habrán dado cuenta —continuó el alcalde— este año nos acompaña una importante artista —Madison hubiera querido desaparecer—. Una pintora que ha cosechado éxitos con su trabajo, del que yo me declaro asiduo seguidor, y que hoy nos honra con su presencia, pido un fuerte aplauso para la señorita Madison Taylor, quien también tuvo la amabilidad de donar una de sus pinturas para que sea subastada.
La gente comenzó a aplaudir y Madison se limitó a sonreír. Bradley Donovan pidió un poco de quietud para poder seguir con su improvisado discurso.
—Es una tradición que el alcalde del pueblo sea quien abra la pista de baile, pero dado que no todos los años contamos con una personalidad de la talla de la señorita Taylor —Madison se sintió mareada— me parece justo que sea ella quien nos conceda el honor.
Los aplausos se hicieron más audibles.
«¿Bailar? No planeaba bailar».
—Levántese, señorita Taylor —le dijo Callum Cooper—. La gente la aclama.
Madison se levantó con torpeza y dio un par de pasos hacia la pista. Se dijo que debió haber escogido otro vestido, que el que llevaba era demasiado largo, pero era el que más le había gustado: era de un color azul marino con ligeros brillos que destellaban a la escasa luz de las lámparas, se ajustaba hasta su cintura, y de ahí la tela quedaba más suelta, formando varios pliegues, y tenía un escote pronunciado que le llegaba a la parte baja de la espalda.
«No te tropieces».
Un mechón de su cabello, que llevaba recogido, se soltó de repente y lo apartó molesta de su rostro. Se sentía expuesta, no obstante dio unos pasos más, entonces recordó que su acompañante había desaparecido. ¿Dónde estaba Edmund?
Se encontró de pie en el centro de la pista, ante las miradas atentas de todos los presentes, y la orquesta había comenzado a tocar. Sus ojos se posaron en los del alcalde en un intento de pedirle ayuda, después de todo él la había metido en eso. El rostro de Bradley Donovan mostró su sorpresa, y justo cuando comenzó a avanzar hacia ella para sacarla del apuro, Madison sintió una mano sobre su hombro.
«Edmund».
Madison se giró y se encontró con un rostro conocido, no el que esperaba, pero sí uno mejor.
—¿Bailamos? —dijo Patrick, ofreciéndole su mano.
—Pero no te gusta bailar.
—Tú me has hecho cambiar de opinión.
Patrick rodeó con un brazo su cintura, la acercó a su cuerpo y comenzó a moverse al compás de la música. Madison se dejó llevar, cautivada por los ojos azules que le devolvían la mirada.
—Estás hermosa.
Madison deslizó una mano por la tela del smoking que Patrick llevaba puesto y la colocó sobre su hombro. Su cabello estaba perfectamente peinado y contuvo las ganas de alborotárselo un poco.
—Tú no te ves mal —atinó a decir.
Patrick sonrió y Madison se sintió en las nubes. Todos los ojos seguían cada movimiento que Patrick y ella daban, pero no importaba. Era el momento perfecto. No se podía creer que él estuviera allí, con ella.
Cuando la orquesta terminó la pieza que tocaba, los asistentes prorrumpieron en aplausos, momentos después ya no fueron los únicos en la pista de baile.
—¿Quieres tomar aire fresco? —preguntó Patrick.
Madison asintió, entonces Patrick la tomó de la mano y la llevó al fondo del salón. Unas puertas de cristal daban al exterior, hacia un jardín que a Madison se le hizo mágico. El murmullo de la fiesta se vio atenuado, pero ella aún podía escuchar la música.
Avanzó unos pasos, adentrándose más en el jardín y sintió la presencia de Patrick a su espalda. Él rozó su hombro y deslizó sus dedos por su brazo hasta tomar su mano. Madison se dio la vuelta y Patrick se acercó.
Sus rostros estaban a escasos centímetros, se miraban y ella percibía la respiración acelerada de Patrick. «Sólo un poco más», pensó ella y al fin pudo volver a sentir el roce de sus labios.
Madison rodeó su cuello con los brazos, se pegó más a él, intentando fundir su cuerpo con el suyo y Patrick la abrazó con fuerza. «Madi», murmuró él mientras la besaba, despegó los labios de los suyos sólo para hacer un recorrido por su cuello y entonces rió.
—¿Qué pasa? —dijo ella.
—¿Qué tal el baile de gala? ¿Sigue siendo un fastidio?
Madison lo miró con seriedad.
—Creo que empieza a mejorar.
Ambos rieron, Patrick le acarició el rostro y acomodó detrás de su oreja el mechón de cabello que se había soltado, entonces volvió a besarla.
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
RomansaDISPONIBLE YA EN AMAZON EN VERSIÓN KINDLE, PASTA BLANDA Y PASTA DURA. ESCENAS EXTENDIDAS. Se despidió con una nota que dejó en su habitación. No pudo decírselo de frente y mirarlo a los ojos. Tenía dieciocho años y no sabía como expresar con palabra...