Capítulo 53

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CAPÍTULO 53

Madison se encontraba en su estudio, llevaba más de siete horas trabajando, pero no podía ni quería detenerse, se sentía inspirada, además, era la única manera de desentenderse de todo lo que pasaba a su alrededor, y eso la hacía sentir mucho mejor.

Se había volcado en su trabajo para no pensar en otra cosa, aunque a decir verdad no podía considerarlo un trabajo como tal, siempre había sido un refugio y, ahora, una vía de escape, una puerta que llevaba a un lugar en el que no había tristezas ni dramas, sólo paz y no necesitaba otra cosa.

La gente que la conocía bien, sabía que mientras pintaba no debía ser molestada, una regla impuesta por ella que Patrick había roto en varias ocasiones cuando estuvo en Field of Angels, por eso, cuando llamaron a la puerta, se sobresaltó y la primera persona en quien pensó fue en Patrick.

Sintió un temblor que le recorrió el cuerpo y no pudo evitar el cosquilleo que se instaló en su vientre. Por un momento pensó en no atender al llamado, fingir que no había nadie allí, pero la música que sonaba y que ponía siempre que pintaba la delataba, así que se armó de valor y fue a abrir la puerta.

Ver quien tocaba la decepcionó. ¿Qué esperaba? ¿Realmente quería ver a Patrick plantado frente a su puerta? Por supuesto que no, se dijo, aunque fue un pensamiento sin convicción alguna.

—Buenas tardes, señorita Taylor.

Allí estaba el causante de todos sus problemas, por el que había comenzado todo. Madison se cruzó de brazos y le importó muy poco mostrar su desagrado. Paul Crowley la miró y pareció leer sus pensamientos.

—Señorita Taylor, le recuerdo que yo sólo soy el mensajero.

Madison ignoró el comentario.

—¿Qué necesita?

—Hablar con usted, claro. No ha contestado a mis llamadas.

A regañadientes se hizo a un lado y lo dejó pasar.

—¿Gusta tomar algo? Creo que tengo alguna botella de agua.

El primer piso del pequeño edificio donde estaba el departamento de Madison no era más que una bodega con muchos ventanales que sólo utilizaba para pintar.

Apenas tenía un pequeño frigorífico y un horno de microondas, no había un lugar a donde sentarse más el que ella ocupaba en ocasiones, y al fondo había dos puertas, una que conducía a un baño y la otra que llevaba a la planta alta donde estaba su departamento, aunque esa puerta sólo la utilizaba por las noches, el resto del día usaba otra que daba a la calle, y no planeaba invitar a Crowley a su departamento para que se sintiera más cómodo.

—Le ofrecería donde sentarse, pero como puede ver... —no acabó la frase, sólo le tendió una botella con agua.

—Gracias. Está bien así, no tardaré mucho.

Madison volvió a cruzarse de brazos y Paul Crowley se apresuró a sacar de su maletín unos papeles.

—Traje esto para usted, simples formalismos, pero necesito que los firme.

—¿Qué es? —preguntó y sintió un nudo en la garganta.

No esperaba que tuviera algo que firmar. Había salido de Field of Angels abruptamente y sabía que por eso había perdido su derecho sobre la herencia de su familia, pero ¿por qué tenía que decírselo ese maldito abogado en persona? Pudo haber mandado los papeles por correo y evitarle la pena.

—Como le dije, simples formulismos, apenas un par de solicitudes para que salgan las nuevas escrituras de propiedad de Field of Angels a su nombre y... —Madison no lo dejó terminar.

—¿A nombre de quién?

—A su nombre, por supuesto.

—No entiendo —comenzó—. Yo me fui de Field of Angels. Rompí la cláusula del testamento que me daba derecho a heredar.

—Sí, pero eso era antes y ahora las circunstancias son otras.

Madison seguía sin entender y la perplejidad seguía mostrándose en su rostro, así que Crowley continuó, yendo directo al grano.

—Patrick Evans renunció a la parte de su herencia.

Madison buscó un taburete para sentarse, de repente se sintió mareada.

—¿Él hizo qué? Pero ¿por qué?

—Sus razones habrá tenido. De cualquier forma, su abuelo previó este cambio de circunstancias y por eso estoy aquí. Necesito que firme unos documentos y también tengo esto para usted —le tendió un pequeño sobre cerrado.

Madison lo sostuvo en su mano, sólo un rato, después, al reconocer la letra de su abuelo sintió que la superficie le quemaba y lo arrojó sobre su mesa de trabajo, se puso de pie y miró a Crowley.

—¿Dónde tengo que firmar? —quería deshacerse del abogado y quedarse sola. Necesitaba pensar.

Cinco minutos después Crowley salió por la puerta y Madison deseó con todas sus fuerzas no volver a toparse con ese hombre, aunque al instante desechó la idea. ¿Qué culpa tenía él si tan solo era el mensajero?

Se quedó de pie en el centro de su estudio y de repente sintió que tenía que salir de ahí. Le urgía respirar un poco de aire fresco, así que tomó sus llaves y su bolso y salió a la calle.

Después de dar un pequeño paseo por Central Park, decidió dar una vuelta por el MET. Los acontecimientos de ese día la habían hecho desconectarse de su trabajo y necesitaba ver el lugar en donde se expondrían sus pinturas para volver a ajustarse.

Se situó frente al edificio y ni siquiera necesitó entrar para emocionarse. Había llegado muy lejos y no lo arruinaría. Sonrió ante la expectativa y decidió que era el momento de volver a su departamento.

Le hizo la parada a un taxi y cuando estaba a punto de subirse, le pareció ver un rostro conocido que hizo que se le subieran los colores al rostro.

«¿Patrick?».

Un autobús de ruta turística se interpuso en su visión y cuando volvió a mirar al otro lado de la calle no había nadie.

¿Acaso se estaba volviendo loca? Había comenzado a imaginar cosas. Necesitaba con urgencia relajarse. 

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora