Capítulo 37

13.8K 906 56
                                    

CAPÍTULO 37

El centro médico de Philipsburg era una antigua edificación de ladrillos de un solo piso. Una hilera de arbustos cortados concienzudamente adornaban la fachada. Seis ventanas se alineaban al frente, como pares de ojos abiertos con las persianas alzadas.

La entrada principal no era diferente a la de cualquier otro hospital, las escaleras estaban delineadas por barandales pintados de negro y, justo al lado de éstas, había una rampa para dar libre acceso cuando se necesitara.

El interior era de un blanco impoluto, las paredes, los pisos, lo único de color distinto y que resaltaba a la vista, lo eran las sillas que, pegadas a la pared, con su color naranja parecían romper con la solemnidad del recinto.

«¿Quién habrá elegido ese color», se preguntó Patrick absurdamente.

Caminó con paso acelerado hasta el mostrador principal, donde un par de enfermeras tecleaban en computadores, cada una desde un pequeño escritorio, absortas en lo que fuera que estuvieren haciendo.

—¿Podría darme informes de Isacc Evans?

A Patrick le sorprendió su propio tono de voz, se percibía una angustia latente y la premura por saber más sobre el estado de su padre.

La enfermera ni siquiera alzó la vista del computador.

—¿Es familiar? —preguntó.

—Soy su hijo.

Sólo entonces la mujer fijó los ojos en Patrick. «Seguramente es nueva aquí», se dijo él.

La mayoría del personal del pequeño hospital conocía bien a Patrick. Él en múltiples ocasiones había cruzado sus puertas a causa de la enfermedad de su padre para que éste fuera atendido y supervisado, sólo que esta vez era diferente a las otras, Patrick así lo presentía.

—Isaac Evans está en terapia intensiva, por ahora no puede verlo, su estado es grave.

—¿Y el médico que lo atiende? ¿Puedo hablar con él?

—En estos momentos está con su padre, en cuanto pueda atenderlo le aviso, por mientras si gusta puede esperar —y señaló las sillas que a Patrick se le antojaron ahora de un color demasiado alegre.

—Gracias —respondió entre dientes, ya con el ánimo por los suelos.

Se sentó obediente, en una postura en apariencia relajada, dejó que su cabeza descansara sobre la pared y cerró por un instante los ojos.

«¿Dónde estará Madison ahora?».

Salió de su letargo cuando escuchó pasos —¿cuánto tiempo había estado así?—, apenas vio al doctor Mills se dio cuenta que todo iba muy mal.

El médico era un hombre muy delgado, su cabello era completamente cano y usaba un bigotito que era más parecido a una pelusa. Estaba constantemente acomodando sus lentes como si temiera que resbalaran por su nariz, en una actitud más bien algo obsesiva y, aunque parecía frío, Patrick sabía bien que no era así, él lo estimaba y sabía que el sentimiento por el doctor era mutuo.

—Patrick —saludó el doctor Mills con un apretón de manos.

—¿Cómo está él? —preguntó Patrick sin rodeos.

—Seré sincero contigo, Patrick. Su corazón está muy débil. No creo que pase la noche.

Patrick sintió que todo su mundo se venía abajo.

* * * * * * *

Madison estaba fuera del hospital en compañía de Martha, tenía miedo a entrar y tenía miedo de quedarse afuera, allí sentada sin hacer nada. Martha le había dicho varias veces que ella podía bajar a preguntar por el estado de salud de Isaac Evans, pero Madison se negó rotundamente.

Si Patrick se daba cuenta que ella estaba ahí no tenía idea de cómo reaccionaría, seguramente era la última persona que querría ver y eso la hacía sentirse pésima. ¿Ella había ocasionado que el padre de Patrick enfermara?

Alguien tocó la ventanilla del lado del conductor y Madison se sorprendió al encontrarse con el rostro del alcalde. Bradley Donovan las miraba con curiosidad.

—¿Todo bien? —preguntó a través del cristal.

Madison bajó la ventanilla y sonrió apesadumbrada.

—Señor alcalde, gracias por preguntar. Estoy bien… Nosotras estamos bien —aclaró al darse cuenta que la mirada preocupada de Bradley Donovan se dirigía hacia Martha—. Es el padre de Patrick, está un poco delicado.

—Lamento escuchar eso, espero que no sea nada grave.

—La verdad es que no sabemos, ¿cree que pueda hacerle compañía a Martha en lo que bajo a preguntar?

—No —soltó Martha.

—¿No? —preguntaron Madison y Bradley Donovan al unísono.

—Quiero decir que seguramente el señor alcalde debe tener ocupaciones más importantes que hacerme compañía.

—No le molesta, ¿verdad, señor alcalde? Sólo será un momento—insistió Madison, quizá era injusta con Martha al dejarla allí, pero quería ver a Patrick sin que nadie más estuviera implicado en la escena que pudiera suscitarse. 

—No es ninguna molestia. Si Patrick necesita algo y puedo ayudar, no dudes en pedirlo, Madison.

—Gracias.

Madison bajó de la camioneta y caminó dudosa hacia el hospital. Cuando cruzó las puertas una sensación de ansiedad la envolvió. Comenzó a frotarse las manos y a punto estuvo de acobardarse y dar media vuelta, pero vio a Patrick.

Estaba sentado al fondo del pasillo, con la cabeza gacha y la mirada viendo al piso, quiso correr a abrazarlo, sólo que no quería complicar las cosas, quizá lo mejor sería que no la viera y, en ese momento, él alzó la cabeza y su mirada se fijó en ella.

Patrick se levantó y caminó hacia Madison con paso acelerado, como queriendo acortar la distancia entre ellos en el menor tiempo posible. Más que llegar hasta donde estaba, colisionó con ella y la abrazó tan estrechamente que ésta sintió que le faltaba la respiración, entonces Patrick comenzó a llorar.

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora