Capítulo 10

21K 1.2K 40
                                    

CAPÍTULO 10

Madison miraba absorta el paisaje que discurría ante sus ojos sin atreverse a mirar hacia el lado del conductor. Por su parte, Patrick se mantenía atento al camino. Ninguno de los dos había dicho palabra alguna desde que salieran de Field of Angels.

El ambiente en el interior de la camioneta era tenso. Patrick aferraba el volante con una intensidad que resultaba manifiesta en sus nudillos —que se veían blancos—, y aunque Madison parecía más tranquila, realmente no lo estaba.

Llegando a la carretera que conducía a Philipsburg, Patrick viró hacia el lado contrario.

—¿A dónde vamos? —preguntó Madison y Patrick le respondió sin siquiera mirarla.

—A Drummond.

—¿Hasta allá?

—Sí. ¿Tienes algún problema con eso?

—No, ninguno —contestó Madison, y cambiando de tema agregó: —¿A qué no sabes a quién me encontré la otra vez que fui al pueblo?

—Ni idea.

—¡Al señor Mercer! ¿Puedes creer que ni siquiera lo reconocí? Me estuvo hablando de todo lo que le hacíamos cuando estábamos en la escuela. ¿Te acuerdas cuando metimos el becerro a su oficina?

—No.

Madison se giró hacia Patrick sorprendida ante lo que había dicho.

—¡¿Cómo es posible que no te acuerdes? ! No es algo muy fácil de olvidar.

—Éramos unos críos, Madison. ¿Quieres dejarlo pasar de una vez? 

Patrick parecía molesto y por esa razón Madison no dijo más, lo miró fijamente antes de volver a centrar su atención a su lado de la carretera. Estaba así, con la cabeza algo salida por la ventanilla para sentir el viento en la cara cuando Patrick accionó el botón para empezar a subirla.

—Deja de sacar la cabeza por la ventana. Pareces un perro.

—¿Qué es lo que te pasa? Hace demasiado calor. ¡Nos vamos a asar!

Ante esto, Patrick encendió el aire acondicionado.

—¡Carajo, Patrick! Si no me querías aquí, ¿por qué me hiciste venir?

Patrick la miró antes de responder.

—Tú eres la del dinero y necesito que firmes unas cosas. No creías que quería pasar el rato contigo, ¿o sí?

Madison no tenía nada que decir a eso, se cruzó de brazos y se mantuvo en esa postura el resto del camino, intentando con todas sus fuerzas que no se notara en su rostro que el comentario de Patrick la había lastimado.

Para cuando llegaron a Drummond el humor de Madison no había mejorado. Se sentía herida, pero ese sentimiento eventualmente fue reemplazado por la ira. Estaba muy molesta con Patrick, aunque había preferido no seguir discutiendo con él.

Patrick condujo hasta el estacionamiento de una plaza en donde había un montón de locales dispersos, y más al fondo un establecimiento en cuyas ventanas se representaban imágenes de diferentes animales: caballos, puercos, ovejas, gallinas... Era allí a donde se dirigían.

—Quédate aquí. Si te necesito te llamo —le dijo Patrick, dejándola sola en la camioneta.

Madison no hizo caso y apenas lo perdió de vista se bajó para estirar las piernas, y un rato después decidió alcanzarlo. Ultimadamente ella era la del dinero.

Patrick estaba recargado de un mostrador conversando con una secretaria que sonreía estúpidamente y que a Madison le pareció que tenía unos pechos de un tamaño ofensivo, por supuesto él parecía estar encantado y a Madison la escena le provocó dolor de estómago.

Estaba parada en la entrada cuando de una oficina salió un hombre vestido pulcramente que saludó a Patrick y supo al instante que era el dueño del lugar, así que sin pensárselo dos veces y ante la mirada atónita de Patrick se presentó.

—Buenos días, usted debe ser el Señor Rochester —aventuró, atendiendo al nombre del local.

—Buenos días —respondió el aludido algo extrañado.

—Deje me presento, soy Madison Taylor, la nueva dueña de Field of Angels. James Taylor era mi abuelo.

—¡Por supuesto! El Señor Taylor me habló de usted. Lamento mucho su pérdida.

Madison sabía perfectamente que el hombre mentía y que nunca había escuchado hablar de ella, pero aun así puso la mejor de sus sonrisas y asintió con la cabeza en gesto de agradecimiento.

—Todo lo que se pidió para Field of Angels está listo desde hace un par de días, sólo que no habíamos recibido el pago, usted me entiende… —continuó el hombre.

—Claro —dijo Madison—. Negocios son negocios. Sólo dígame qué tengo que hacer para que solucionemos esto lo más pronto posible.

—¿Pasamos a mi oficina? —y ambos avanzaron hacia el fondo del local.

Patrick seguía con los pies plantados en el suelo sin poder creerse lo que Madison hacía, entonces ella se dirigió a él.

—Patrick, ¿puedes esperar en la camioneta? Si te necesito te llamo —le dijo, y entró a la oficina seguida del Señor Rochester, dejando a Patrick con la boca abierta.

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora