CAPÍTULO 31
Patrick entró al Hawk, uno de los bares de la localidad más visitados. Cruzó el umbral y a punto estuvo de darse la vuelta. Odiaba el olor a cigarro, y el lugar estaba atestado del aroma, además del ya habitual olor a alcohol, pero necesitaba con urgencia beber algo, lo que fuera que le calmara esa extraña ansiedad que sentía por dentro.
Se aventuró entre la muchedumbre para llegar a la barra. Varias pantallas sintonizaban un famoso canal de música rock, aunque nada tenía que ver con aquella que se escuchaba a través de las risas y voces que inundaban el recinto. La música country ambientaba la noche.
Hizo una mueca al reconocer a una de las meseras que estaba recargada de la barra. Se deslizó a un lado, con la esperanza de que ella no lo viera. Miró al dueño del lugar que se hallaba cerca de la caja registradora. Era un hombre robusto, ya entrado en años, que llevaba puesto un sombrero vaquero para ocultar su calvicie. Sonrío apenas sus miradas se cruzaron.
—¡Patrick! —soltó el hombretón con voz fuerte para hacerse escuchar por encima del barullo, y cualquier idea de Patrick de pasar desapercibido se fue al hoyo.
—Hola, Harry —saludó, y se acomodó como pudo en uno de los asientos disponibles pegados a la barra.
Varias botellas de distintos licores se alienaban en la pared del fondo, y Patrick miró unos cuernos de toro que colgaban de la pared, en cuyo centro había una placa en la que se leía Ranch.
Esa noche el bar estaba a reventar. Patrick dudaba que el lugar pudiera recibir más gente, pero apenas pasaban de las doce de la noche, y seguramente se llenaría más, hasta el punto de que respirar se volvería complicado.
Se pasó una mano por la cabeza en actitud apesadumbrada, y por segunda vez quiso salir corriendo de allí y emprender camino a Field of angels para hablar con Madison, aunque ¿qué le diría? ¿De qué manera iba a justificar su reacción ante su aparente inevitable partida?
Él no quería que se marchara, pero ¿cuál era la razón exacta? Se estaba comportando como un imbécil, y sabía bien que tendría que sincerarse con Madison si no quería perderla para siempre.
Soltó un resoplido y fijó su atención en las mesas redondas apostadas por todo el recinto. Hombres y mujeres charlaban con animosidad, algunos bailaban, y otros se mantenían sentados, sin soltar lo que sea que estuvieran bebiendo.
Había cuadros de imágenes del viejo oeste adornando las paredes, con marcos de madera tratada de tal manera que lucía como si estuviera vieja, aunque el efecto iba muy bien con toda la decoración del bar. Había asientos con forma de sillas de montar, los cuales eran los preferidos de algunas chicas a las que Patrick no dudaba en calificar como bobas.
Volvió su atención hacia Harry, en apariencia indiferente a la mirada fija de la mesera rubia que no le quitaba un ojo de encima. Harry se acercó a él dándose cuenta de lo que pasaba y puso frente a Patrick una cerveza.
—No le hagas caso —dijo—. Algún día dejará de vigilarte.
Patrick se encogió de hombros y cuando miró la cerveza hizo un gesto negativo con la cabeza.
—Hoy quiero algo más fuerte —indicó—. Tal vez un whisky.
La cerveza fue retirada y Harry sirvió el whisky sin poder ocultar su sorpresa.
—Debe de haber sido un día muy malo —él sabía bien que Patrick rara vez tomaba, y cuando lo hacía no pasaba de un par de cervezas.
—Un día del demonio —aclaró Patrick apurando el whisky y bebiéndolo de un solo trago—. Otro.
—Tú mandas.
El siguiente vaso de whisky no fue apurado de la misma manera, lo sostuvo en la mano y se giró para tener una vista de todo el lugar. Más al fondo se escuchaba un alboroto. Varios hombres reían a carcajadas y aplaudían a una mujer que bailaba de manera sugerente.
Patrick observó la escena un poco asqueado, torció el gesto al pensar en que la mujer seguramente estaría borracha. No entendía cómo es que alguien podía llegar a esos extremos, si ya le parecía mal en un hombre, en una mujer era el colmo. Acercó el vaso de whisky a su boca y estuvo a punto de atragantarse con el ardiente líquido.
Reconoció una melena roja brillante, sabía bien quién era la mujer que estaba ofreciendo un espectáculo deplorable: era Gia.
Sin pensárselo dos veces se levantó de su asiento y se encaminó hacia donde ella estaba. Alguien lo detuvo al sujetarlo por el brazo y Patrick se giró molesto.
—¿Necesitas algo, Andrea? —la encaró.
La chica rubia sonrió, sin inmutarse ante la actitud de Patrick.
—¿No puedo saludar a los amigos?
Patrick obvió la pregunta.
—Creí que tenías un nuevo empleo, uno mejor y en el que no tuvieras que exhibirte —dijo mirando su atuendo que dejaba muy poco a la imaginación—. ¿El ambiente en Resting Garden te pareció demasiado tranquilo?
—No me quejo, pero ahí no hay mucha gente con la que se pueda tener una charla divertida —dijo acercándose más a Patrick—. La mayoría de los residentes han perdido la cordura.
Andrea se dio cuenta de su error demasiado tarde. Patrick la fulminó con una mirada furiosa que la hizo temblar.
—Patrick, no lo dije por…
Él la calló con un gesto de la mano y volvió a dirigir su atención hacia donde estaba Gia, quien ahora estaba medio sentada en un banco y con la cabeza apoyada sobre una de las mesas.
—¿Ahora te gustan las pelirrojas? Creí que sólo tenía que preocuparme por la señorita Taylor —soltó Andrea con sarcasmo.
—No es de tu incumbencia, Andrea —respondió Patrick fríamente.
Cuando Patrick estuvo a un lado de Gia se dio cuenta que decir que estaba borracha era quedarse corto.
—Hey, pelirroja.
Gia alzó la cabeza, sin poder enfocarlo del todo.
—¡Qué tal, novio de Madison! —dijo con voz ronca.
—¿Lista para ir a casa?
Gia hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
—No dejarás que Madison me vea así, ¿verdad? Se va a molestar mucho.
—No prometo nada.
La levantó y la rodeó por la cintura a fin de que no se cayera.
—¿Crees poder caminar?
—¡Pues claro! —dijo a voz en grito.
—Bien, pues vámonos.
Un hombre que estaba con Gia comenzó a quejarse al ver que se la llevaban, pero se calló apenas vio la expresión de Patrick. Gia y él salieron al frescor de la noche, y la ayudó a subir a su camioneta. Apenas apoyó ella la cabeza en el respaldo del asiento se quedó dormida.
«¿Qué es lo que ocasiona que una mujer se comporte de este modo?», pensó Patrick. «¿Y más tratándose de una mujer que parecía tan sofisticada como Gia?». Patrick la miró con un deje de lástima antes de emprender el camino a Field of Angels, y entonces pensó en Madison, resultaba obvio que ella era todo lo contrario a Gia, y por un momento no pudo entender por qué eran amigas.
Sonrió ante la expectativa de ver a Madison, y luego los nervios se apoderaron de él al imaginar en cómo lo recibiría después de su más reciente comportamiento. Soltó un suspiro y creyó que no podría ser tan malo, después de todo había rescatado a su amiga. Eso le concedía algunos puntos a favor, ¿o no?
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OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMOR
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