El Destello y La Sombra

Capítulo Seis

ERICK

Cierro la puerta y por fin salgo de su habitación. Dios, maldita niña insoportable, ese infeliz me impidió usar cadenas y mordazas, también especificó un montón de tonterías. Mejor iré a darme un baño, quizá eso me relaje un poco.

Una rica ducha de agua caliente, para relajar mis músculos, luego iré por leña y prepararé la cena, no sé que le guste a esa maldita mocosa, espero no sea delicada. Al salir de la ducha, seco mi cuerpo, y vuelvo a colgar la toalla, es hora de…

—¡Por favor vístete! —me dice la niña tapándose los ojos.
—¿Qué haces aquí? —Respondo, tomando una toalla y colocándola alrededor de mi cintura.
—Dijiste que podía caminar por el castillo. ¿Ya te vestiste? —Dice, aun con los ojos tapados.
—Si ya puedes mirar. Lo siento, no acostumbro a tener visitas.
—No estoy de visita, estoy de rehén. Y creo saber quien te contrató.
—A ver, princesa detective, soy todo oídos.
—Es obvio, nadie más tendría razones que el reino de Charmintong. Han estado en guerra contra mi padre hace veinte años.
—Y tan pronto soltaste los pañales papi te mandó a pelear.
—No hables así de mi padre. Además ¿qué sabrás tú? Ni siquiera tienes familia.
—Mi familia murió protegiéndome del Rey Loco. —Mi tono de voz cambió, maldición, no debo darle la oportunidad de lastimarme.
—Ja, entonces murieron en vano.

No me importa que sea una mujer, le daría una fuerte bofetada en cara si pudiera. Cálmate Erick, solo está enojada por privarla de su libertad.

—Te veo muy tranquilo, mi padre debe estar mandando a sus mejores hombres a rescatarme, en cualquier momento atravesarán esa puerta. —Vuelve hablar nuevamente. ¿Acaso nunca se calla?
—Nadie entra ni sale de ese bosque sin que lo sepa. Es como un inmenso laberinto, plagado de criaturas de pesadilla. Incluso hay bestias con poderes psíquicos, capaces de hacer que te pierdas en el abismo de tu propia mente.
—Eres un maldito. —Dice con odio.
—Puede ser. Son pocos los valientes que se han atrevido a entrar.
—En el reino de mi padre, Belford, abundan valientes.

Simplemente se marcha. Ya era hora. Me pone incomodo hablar con ella.