Capítulo Trece

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EVA

El fuego, encendido por mi propia magia ilumina mi camino. Corro a prisa, el tiempo apremia, no tardará en darse cuenta de mi truco. Tropiezo con una raíz de este bosque engañoso, y caigo al suelo.

Brotan algunas gotas de sangre de mi tobillo, algo muy menor, que no impedirá mi paso, supongo que no tengo tiempo de usar magia curativa. Oigo un canto similar al de un ave, y gruñidos de bestia, deben estar cerca algunas de las calamidades que me aguardan.

De pronto una figura se posa a mi vista, no puedo diferirla, si es hombre o bestia. Debo guardar distancia, hasta que esa criatura se asome a la luz, y lo hace, con un aspecto bastante hostil.

Tiene cara de jabalí, cuerpo como de hipopótamo, pero está en dos patas, sus brazos son anchos, cada mano tiene tres grotescos dedos, y en la derecha sostiene un mazo hecho de hueso. Suerte para él, eh derribado criaturas más grandes

Mi pequeña llama se vuele una llamarada, que cubre a la insensata bestia que se tira hacia mi. Pero su cuerpo repele mis llamas, y otra vez caigo al suelo, esquivando su embestida.

—Buen intento princesa. —Dice el ogro apareciendo de repente frente a mi, no sé como pudo encontrarme tan rápido— El Glorus es inmune al fuego. Glorus es el nombre de esta bestia. Vamos amigo, cálmate.

Gesticula con la bestia, intentando calmarla, pero esta no desiste de sus intenciones.

—Habrán olfateado tu sangre. No será fácil que se calmen ahora.

De la oscuridad de los árboles sale otra de esas bestias, con su mazo firme y extendido, listo para ser descargado sobre mi cuerpo. Intento conjurar otro hechizo pero en menos de un segundo ya lo tengo encima, ese golpe terminará con mi vida.

Impidiendo mi violento final, el ogro cubre el golpe con sus brazos, y hace añicos ese maso, como si fuera de juegue. Pocas veces había visto tanta fuerza. Luego descarga una feroz embestida con sus puños, que manda a la bestia lejos, como si nunca hubiese sido una amenaza, Dios, me siento más segura ahora.

Pero no es tiempo de bajar la guardia, hay otro Glorus, el que recibe la tempestad mi rayo, quedando fuera de combate. El sonido de pisadas en la oscuridad delata la presencia de más de ellos.

—Estas criaturas siempre cazan en manada. —Dice, poniéndose en guardia.
—Entonces caerán en manada.

Nos ponemos espalda con espalda, aguardando el instante justo para atacar.  Invoco el hechizo de esferas de luz, ubicándolas entre las bestias, para delatar su presencia y encandilarlas, luego la energía de mis rayos se encarga de que mis enemigos muerdan el polvo.

Él los atacó a puño limpio, derribándolos con astucia. Aunque estoy en la guerra, pocas veces mis ojos han visto tanta brutalidad en batalla, derribó a enemigos que doblaban, o quizá, triplicaban su peso. Qué maldito animal.

Ahora se acerca a mi, caminando lento, pero enérgico, las venas de sus brazos están marcadas y su ceño fruncido, denota a leguas su enojo. Espero haga lo que su dura expresión demuestra y me castigue, como a esa maldita vampiresa.

¿Qué estoy pensando? No, no lo deseo, para nada.

—Te dije que no escaparas.
—¿Y pensaste que te haría caso?

Simplemente gruñe y me toma en sus brazos, intento forcejear, solo para que se ponga más duro, sé bien que no puedo ganarle. Intento ahogar lo que siento, pero es inútil al sentir sus músculos tan duros rodear mi cuerpo.

—¡Suéltame!

Digo entre empujones, solo para que no sospeche que esto me gusta. Me carga encima de sus hombros y entre fuertes saltos me aleja del bosque, para ir a su castillo. No puedo evitar afianzarme a su cuerpo, temo caerme, aunque es divertido que me lleve de esta manera, parece muy protector.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora