La verdad ahora pesa sobre sus hombros, aquella dama que otorga libertad, y también muy amargas penas. Zar la observa en silencio, viendo como todo el mundo de mentiras que habían construido a su alrededor se derrumba lentamente.
Él en un sabiduría entiende que todo esto es difícil de asimilar, lo sería para cualquiera.
—Entonces… eres mi padre.
Dice de manera entrecortada, con la tristeza reflejándose en sus ojos.
—Y él hombre me que me crió es…
Tapa su rostro, intentando que las lagrimas no abandonen sus ojos, evocando los recuerdos de su padre como un hombre bueno y benévolo, pero ahora habiendo descubierto otra de sus facetas, una cara oscura que jamás imaginó.
Zar la observa desarmarse en llanto, desea abrazarla, como la niña que siempre quiso tener en sus brazos.
—Eva —dice al fin— comprendo que tu situación es difícil, esperaré afuera hasta que tu corazón esté en calma, y quieras hablar conmigo. Cualquier cosa que necesites solo pídela, ordenaré que te traigan algo de agua.
Al decir esto sale de la habitación, dejándola meditar en soledad. Ella sabe que no terminará de asimilar que su vida es una mentira de un día para el otro, y aun hay cosas por indagar. ¿Acaso su prometido, Clario, sabía todo esto? ¿El resto del pueblo estaba enterado? ¿Qué pasó realmente con su madre?
Estás son algunas de las preguntas que rondan en la cabeza de la princesa, ahora su mente se ah vuelto una laguna, y resulta que ni siquiera es realmente la princesa de Belfort, sino que tuvo que haber sido la princesa del reino de Charmintong, el que siempre creyó su enemigo.
Luego de rondar en su cabeza, y en la habitación, por horas, se dispone a salir, abandonando el cuarto. Nota el amplio pasillo del castillo, como también la mirada, con cierto desdén de un guardia, y junto a él hay un hechicero, supone que temían que la situación se tornara violenta, después de todo, ella es de temer, es una maga muy talentosa.
—No se preocupen —les dice— no voy a pelear con ustedes. ¿Dónde puedo encontrar al rey Zar?
—Ya mismo iré por él princesa. —responde el hechicero.
—No será necesario. —truena una voz que emerge de los pasillos. El polvo de las rocas se junta frente a ellos, y ante sus ojos él se materializa, el rey de Charmintong—. Has decidido salir por lo que veo —dice con una sonrisa tibia.
Ella con cierta desconfianza hace un gesto afirmativo, y se queda en su lugar, sin decir ninguna palabra más.
—Acompáñame, te enseñaré el castillo.
Ella vuelve a afirmar con la misma timidez, y se dispone a caminar junto a él. Los pasillos son amplios y grises, las paredes son decoradas con cuadros y armaduras de distintos tipos, como si fuera un museo o una galería, guardando muchas historias.
—Los cuadros que ven son de tus ancestros. —le informa el rey—. Y también de soldados muy valientes que han dado la vida por el reino. El castillo cuenta con un total de 23 habitaciones. Una sala de reuniones en la planta baja y un subsuelo que sirve de calabozo. Al lado se encuentra el cuartel de las fuerzas armadas, ahí se entrena y se forma a los soldados, y del otro lado es donde se educa y se forma a los hechiceros, hay algunos muy prominentes, te gustará conocerlos.
Hay establos donde se cuida a los caballos, criaderos con diferentes animales, y también tenemos un bestiario, con fuertes bestias que usamos en batalla. —concluye.
De pronto se topan con una joven, con pelo rubio, como el oro, vestida con las telas más finas, y con una corona repleta de diamantes que adorna su cabeza. Zar sonríe al verla, acercándose a ella para tomarla en sus brazos.
—Eva, quiero presentarte a Victoria, mi esposa y la reina de Charmintong. —dice abrazando a la joven.
Eva queda estupefacta al verla, la esposa de su padre es una chica de su misma edad, tendrá apenas dieciocho años, aun sigue siendo una niña.
—Es un gusto, soy Eva. —dice al fin, haciendo una reverencia.
—El gusto es mío. —responde con una sonrisa brillante y encantadora—. No sabes lo que me alegra tenerte aquí.
La reina toma sus manos, y, siendo que tienen la misma edad, mira sus ojos con encanto maternal.
—Me encantaría poder charlar contigo, pero hay alguien que desea hacerlo hace más tiempo que yo. —dice mirando a Zar, que contempla la escena con ternura—. Además tengo que hablar con las mujeres en el aren. Pero te veré pronto
Se despide con una sonrisa tibia, dejando una estela de paz a su paso. El rey la mira irse con templanza y amor, completamente embelesado.
—La conocí en las puertas del castillo —dice el rey—. Ella era una mendiga, pedía limosna cuando entraba con mi caravana. Entonces la vi, tan hermosa, mirándome con los ojos llenos de esperanza. La recogí del polvoriento suelo con mis propias manos, la traje al castillo, cuidé de ella personalmente, dandole mucho cariño, y sin darme cuenta, ese cariño se transformó en amor.
—¿Y hace cuánto la conoces? —pregunta Eva.
—Hace un año. No me bastó más tiempo que ese para amarla.
Eva sigue sorprendida, al ver a esa reina tan joven. Quizá fue la ausencia de su hija que provocó que despose a una mujer adolescente, o pudo haber sido amor, pero no está en ella establecer juicios, siendo que apenas conoce al hombre que es verdaderamente su padre
—¿Seguimos? —pregunta el rey rompiendo su burbuja.
—Claro.
Pasean por la planta baja, con las imponentes paredes iluminadas por antorchas. Los consejeros rondan por la sala de reuniones, con sus túnicas blancas cubriendo sus cuerpos marchitos por la edad, hombres ancianos, tenidos en alto estatus social por su presuntuosa sabiduría.
Ellos ven bajar al rey junto a Eva, y el fuego se enciende en sus miradas, el odio y el rencor toman sus ojos, elevando en sus rostros miradas muy punzantes. Eva les hace frente con la vista, ya que no estaba en sus planes dejar amedrentarse, pero los ancianos ceden su mirada de odio cuando el rey los observa. Entonces sus ojos pasan a observar sus pies sobre el grisáceo suelo.
Continuando con el camino, llegan al patio, iluminado por el fuego y la luna. Y por la expresión que Zar muestra en su semblante, la conversación tomará un tono más serio.
—Hija… ¿puedo llamarte así?
—Si… aunque para mi es muy pronto para llamarte padre.
—Lo entiendo perfectamente. No sabes lo que me conmueve tenerte cerca de mi, no puedo creer como has crecido, todo lo que me perdí de ti, lamento que mi rescate no haya llegado mucho antes.
—Quiero que la guerra termine. —dice ella—. Ya no tienen porque pelear.
—Ansío lo mismo. No sabes cuanto pesa en mis hombros las consecuencias de este conflicto. Pero, es lamentable decirte que el reino de Belford no es lo único que me preocupa, hay más enemigos acechando, y siento su garra cerca de nosotros.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero al rey loco, sus lúgubres maquinaciones lo persiguen desde hace años, y estoy seguro que piensa invadirnos, sin bien, son solo rumores, pero a mi edad hija, un hombre aprende a saber cuando lo rodea el peligro, por eso te necesito.
ÉL se atreve a tomar lentamente sus manos, conteniendo sus ganas de saltar a sus brazos, mirándola a los ojos, interrumpe a las lagrimas que quieren brotar por su amor de padre, al ver a su hija al fin junto a él.
—No te mentiré Eva. —le dice con un suspiro—. La moral en el pueblo se debilitó bastante por la guerra. Puedo verlo en sus ojos. Por eso te necesito, eres mi hija, y además te formaste como una hechicera poderosa, mis filas tienen mucho que aprender de ti. Si te quedas y me das tu voto de confianza no habrá mal que me quite el sueño, sé que contigo a mi lado seré invencible.
Ella queda anonadada mirando a su padre, no podía olvidar sus raíces y unirse a otro reino de un día para el otro. Además sus latidos aun susurran un nombre, Erick.
—Primero hay una cosa que debo hacer. —responde ella.
—Dímelo.
—Debo ir a ver a Erick, necesito saber si está bien.
—Disculpa mi ignorancia. ¿Quién es Erick?
—El ogro al que le pediste secuestrarme.
—Tengo entendido que fue atacado por una bruja.
—Así es. Conozco el veneno que usó, ya debería estar bien, pero no lo sabré hasta asegurarme de eso. Solo te pido un carro y un caballo, su bosque no está lejos de aquí.
—No imaginé que tu blanca inocencia sería tanta como para que te preocupes por ese grotesco animal.
Ella suelta sus manos de repente al ser atropellada por esas palabras.
—No permitiré que hables así de él. No lo conoces —brama con furia ante el rey.
Antes de que él pueda contestar, ve a una flecha oscura cayendo sobre el patio. Sabe de lo que se trata, invasores. Cubre a su hija con su cuerpo, poniéndose delante de ella, dispuesto a enfrentar cualquier amenaza.
De la flecha emergen la bruja Eclipse, acompañada del ogro Erick, quien se abalanza sobre el rey, con una velocidad sin igual, pero no tan veloz como su magia, ya que él logra volverse humo en el aire, antes de que Erick pueda tocarlo.
En forma de fuego la cara de Zar se materializa en el medio del patio, con una expresión colérica a gran tamaño, posando su vista sobre Erick.
—¿Cómo te atreves a entrar a mi castillo?, ogro. —Brama enfurecido, y todo pronostica que una feroz batalla comenzará en el reino de Charmintong.
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El Destello y La Sombra
خيال (فانتازيا)Erick, un ogro que se ve obligado a raptar a Eva, una fuerte hechicera. Juntos encontrarán todo lo que buscan en el otro, pero las garras de sus enemigos no dudarán en hacer todo lo posible para alejarlos. - - - - Sumergete en esta historia y vive l...