Capítulo Dieciséis

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EVA

No sé como explicarlo, pero lo deseo. Necesito a sus manos acariciándome, y a su boca mordiéndome. Que no le falten ganas para hacerme suya, dejando huellas en cada parte de mi piel.

¿Por qué solo me mira, acaso no le gusto? Siento mucha vergüenza, ningún hombre había visto mi cuerpo antes. Toma mis manos y hace subir encima de él, mientras me mira fascinado, rodea mi cintura con su brazo, y se acerca a mi boca, la que beso con desesperación, moviendo mi cintura encima de él, quien baja sus manazas a mis glúteos. Que bien se sienten sus manos ahí.

Me arroja a la cama, donde continua besándome con locura, luego baja a besos por mi cuello, y encuentra mis senos, los que toma con sus manos y lleva a su boca, eso, tómalos, bésalos, muérdelos, son todos tuyos.

Sin freno sigue su camino de besos por mi abdomen, creo que saber a donde se dirige, pero me da mucha vergüenza que me bese en esa parte.

Toma mis muslos con sus manos, y los besa, rodeando mi intimidad. Es rico, y placentero, pero por favor no te acerques a … Oh por Dios, no pares.

Tomo su pelo, y empujo su cabeza contra mi intimidad. Es delicioso sentir el tacto de su húmeda lengua sobre mi punto placentero, me mira a los ojos mientras lo hace, ¿acaso quieres verme gemir y disfrutar de tus caricias? Porque lo estás logrando.

Los suspiros escapan de mi boca, froto mi intimidad contra su lengua con deseo, aprieto y juego con mis senos buscando maximizar el placer. Mis piernas tiemblan, estoy cerca, mi secuestrador será el primero en sacarme un orgasmo. Por todo lo sagrado, nunca me dejes ir.

—Erick…

Dije en un suspiro, mientras mis piernas temblaban, llegando al orgasmo en su linda boca.

—Eres deliciosa. —Me dice, entre lamidas.
—Soy una princesa. —Respondo coqueta.
—No todas son tan ricas.
—¿Has estado con muchas? —Pregunto acariciando su cara con una sonrisa.

De pronto asoma dos dedos a mis labios vaginales, y los frota, haciendo que se abran para él. Mete apenas la punta de ellos y hace que me retuerza, nunca había metido nada por ahí, ni mis propios dedos, menos los de alguien más.

Los mete hasta la mitad y mi espalda se arquea, pero deseo más, mis manos recorren mi piel, envuelta en gozo y lujuria. Cuando los mete enteros comienza un leve vaivén con ellos, mientras me observa gozar, y pensé que se quedaría quieto, hasta que su lengua vuelve a tomar mi clítoris.

Nunca imaginé hacer algo así con alguien que no fuera Clario, pero él jamás me tocaría hasta la boda, no le gusta desobedecer a su rey. Aunque siempre quise que entrara sin permiso a mi cuarto, y me hiciera el amor de manera salvaje, pero él nunca se atrevería a contrariar la ley.

Pero aquí no hay ley, podemos dar rienda suelta a todos nuestros deseos, quiero ser su maldita esclava, su sumisa, que me obligue a blasfemar del placer. Maldición Erick.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora