Capítulo Veinticuatro

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Para su desgracia no sería Erick el primero en hallar su cuerpo mal herido a las afueras del bosque. La guardia real de Charmintong llega con el amanecer, como una nube oscura en un soleado día.

Si bien está dormida, ella hubiera preferido que la encuentre una jauría de coyotes.

—Esta debe ser la princesa que vinimos a buscar. —dice Alagan—. Tiene un estado terrible, el rey querrá despellejar a ese sucio ogro cuando la vea así.
—Señor. —vocifera uno de los soldados—. Hay una bruja aquí. —menciono mientras observa el maltratado cuerpo de Eclipse—. Ella debe ser la causante de todo este desastre. Aun vive. ¿Quiere que la decapite con mi brava espada para llevarle la cabeza al rey?
—No se te ocurra tocarla. —dice terminante—. Las brujas siempre traen maldiciones consigo. Además, ese viejo inútil solo nos encomendó llevarle a este remedo de princesa, no andar cazando brujas. Así que no desperdicies el filo de tu espada con ella.
—Que extraño. Alagan hablando mal a espaldas del rey. —menciona Jasón con ironía, es otro de los soldados de elite.
—¿Cuál es tu problema con eso? —pregunta Alagan volteando enérgico a mirarlo con el seño fruncido.
—Ninguno. Pero serás el primero en lamer sus botas cuando lleguemos.
—Si. Lameré sus botas. Como también lamo la vagina de la reina.
—Ja. No eres el único que hace eso.

Esas últimas palabras lo enfurecen y se tira contra su compañero. Quien también se siente bravo y no duda en ir a su encuentro, pero cuando apenas logran rosarse son separados por Hopper, el hombre más alto y fuerte de toda la milicia.

—Ya basta ustedes. —dice con su voz grave, que suena como un trueno—. ¿Qué les pasa? ¿Acaso se volvieron locos?

Solo con sus brazos fue capaz de separar a dos de los más fuertes hombres del reino. Algunos creen que su fuerza es sobrenatural. Él sin embargo, afirma que todo es costumbre, siempre se alimentó bien, y trabajó desde pequeño. Tan solo con quince años ya podía cargar dos enormes barriles de cerveza, humillando a la mayoría de los hombres fuertes.

—Te salvó el grandote. —dice Alagan, para correrle la vista. A lo que Jasón se limita a reír.

Los soldados colocan a la princesa en una suerte de camilla improvisada, y se la llevan a pie, alejándola de su reino, de su familia, y también de Erick.

Eliot, uno de los cuatro de elite, que aun no ha dicho ninguna palabra, observa distante a la bruja, vacilando si cortarle la cabeza o permitir que viva. Más allá de las palabras de Alagan, él no tenía que hacerle caso, están en el mismo rango.
En cuanto a físico, es el más pequeño de los cuatro. Mide apenas un metro sesenta. Pero tiene la particularidad de ser un hombre lobo. Aunque solo saca su lado animal para combatir. Fuera del campo de batalla se lo verá en su forma humana.

Escupe la tierra y se da la vuelta con su caballo, dejando a la bruja en el suelo. Esperando que no cause problemas a futuro.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora