Capítulo Veintiocho

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Erick cabalga a su bestia en el campo abierto, bajo el amparo de la noche, corre a todo galope. Pensando solamente en una persona, dueña de su noche sin sueño, Eva.

—Ogro.

Oye una voz de mujer resonar a sus espaldas. Voltea de inmediato, y al verla montada sobre una gárgola le cuesta trabajo reconocerla, ya que la última vez que la vio fue cuando perdía el conocimiento, cayendo en su propio castillo.

—Tu. —dice con furia, tomando su martillo, disponiéndose a pelear.
—Calma tus impulsos ogro— brama la bruja—. Vengo en paz.
—No creo una palabra que sale de tu boca ¿Qué se supone que quieres?
—Ayudarte a librar a la princesa de su cautiverio. —dice en un tono suave.
—Ja. No necesito ayuda de nadie.
—¿Ah no? Déjame decirte que para entrar a Charmintong necesitarás más que un martillo.
—Me las arreglaré. —dice para voltear con su bestia y retomar su camino.
—Razona, no podrás hacerlo solo. —responde ella persiguiéndolo.
—¿Por qué quieres ayudarme en primer lugar, quién eres, quién te envió?
—Soy Eclipse, una bruja. Me envió el padre de Eva, el rey Amato a rescatar a su hija de tus garras…
—Y fallaste. —le interrumpe.
—Si. Y no fue por culpa mía, tu princesita me atacó. Además la confusión invade mi mente. Se supone que la tenías cautiva, ¿por qué intentas rescatarla ahora? ¿Acaso sus corazones se tocaron para dar vida y luz a ese sentimiento llamado amor?
—No te debo explicaciones. Menos si me envenenas y atacas a mi castillo.
—No te tomes esa ofensa como algo personal. Ya te lo dije, el rey me contrató.
—¿Y cuánto te ofreció el rey por esto?
—Me ofreció algo que el dinero no puede comprar.

Estas palabras provocan un fuerte eco en el interior de Erick. Ya que fueron las mismas que él usó cuando Eva lo interrogó. Al ver su rostro y la manera en la que brillan sus ojos, descubre que no está mintiendo, tal vez, al igual que él, tuvo que hacerlo bajo presión. Además sus poderes serían de ayuda. No le gusta la idea de esta sociedad, pero a veces hay que tomar riesgos por las personas que nos necesitan.

—Está bien. —responde Erick al fin—. Si tu misión es llevar de nuevo a la princesa hasta Belford, podemos trabajar juntos. Pero si me estás mintiendo, o me traicionas, te aplastaré la cabeza con mi martillo.
—Tus pensamientos pueden estar en paz, no te mentiré. Si quisiera matarte, lo hubiera hecho cuando galopabas sumergido en tus pensamientos. —dice con una sonrisa—. Mi nombre es Eclipse. Y tengo entendido que eres conocido por el nombre de Erick ¿no es así?
—Claro. Ahora sigamos, tenemos un largo camino por delante.
—De eso quería hablarte.
—¿De qué?
—Entiendo tu energía, pero como bien dijiste, tenemos un largo camino. Creo que lo mejor sería descansar pronto. Ya es de madrugada, la salida del sol se aproxima. Y no es solo por nosotros, sino por mi gárgola y tu Phalmagor, se ven agotados.

Él se toma un segundo para mirar a su bestia, a la que hizo correr durante todo el día, y gran parte de la noche. Aunque no quiere detenerse, entiende que es algo razonable. Ya que tendrían un largo camino durante el día, y también necesitarán las fuerzas de sus criaturas para escapar del enemigo.

—Está bien. —responde resignado—. Conozco una cueva en la que podemos descansar por aquí. Sígueme.

Sin esperar una respuesta se encamina hacia la cueva. Al llegar nota que es un manojo de rocas como lo recordaba, pero es lo ideal para pasar la noche en el medio de la nada.

Baja de su bestia, junta algunas ramitas y hojas secas para hacer de leña, toma dos piedras, y comienza a golpearlas, con la idea de hacer una fogata. Eclipse simplemente lo mira, su esfuerzo le parece jocoso.

—Apártate un segundo. —le dice ella. Y con su poder logra generar una chista que enciende el combustible, dándole fuego.
—Ustedes con sus poderes arreglan todo.
—Se acostumbra a decir de nada.

Entre las rocas se disponen a tomar un respiro, bajo el tibio calor de la fogata.

—¿Y qué fue lo que te ofreció el rey para rescatar a Eva? —pregunta Erick, siendo asediado por esa cuestión
—Aceptación.

Esa respuesta no hace más que plantar más interrogantes. Él no responde, esperando una palabra más de su boca. Al no obtenerla, decide hablar.

—¿A qué te refieres con eso?
—Ser aceptada en la sociedad. Tener una casa, un empleo, convivir con personas, ir al mercado en las mañanas, sin tener que ser señalada y maldecida por los demás.
—De todas las cosas que pudiste haber pedido, no entiendo porque quieres algo como eso.
—Claro que no lo entiendes. Las brujas somos denigradas desde el nuestra concepción. Sacadas a la fuerza de cualquier poblado o ciudad, solo porque creen que traemos maldiciones. Mi madre debió abandonar su ciudad por mi causa. Tan pronto nací tuvo que huir, siendo perseguida por quienes consideró amigos. Desde ahí las cosas fueron muy difíciles para las dos. Hasta que simplemente enfermó y murió, en la miseria, rechazada por todos, incluso por su familia. Sólo me tenía a mi.

Mientras narra su historia, sus ojos se centran en las brasas, que traen a su mente las imágenes que le dan vida a sus recuerdos. Se le escapa una pequeña lágrima furtiva al recordar a su madre, nunca había hablado de ella con nadie, e imaginó que nunca iba a hacerlo.

—Esa es la razón por la que quiero ser aceptada, ya que mi madre siempre anheló que tenga una vida normal. —concluye limpiando esa lágrima que escapó fugaz—. ¿Y qué hay de ti ogrito, cual fue el precio por el qué aceptaste la tarea vil de secuestrar a una princesa? Volviéndote así el enemigo de un reino entero.
—El rey Zar de Charmintong me extorsionó. No tuve opción. —menciona con desgano.
—¿Y ahora que te lleva a rescatarla?
—Porque prometió ayudarme a pelear contra las amenazas del reino de Charmintong.
—¿Y por qué le crees? ¿Cuál es el motivo por el que depositas en ella tu confianza y credibilidad? Tu ogro, que siempre has estado solo en la noche más oscura y en el día más brillante, ¿por qué decides confiar en ella?

Esa pregunta, desemboca el recuerdo del voto de confianza que ella le dio, entregándole su cuerpo, poniendo su virginidad en sus manos. Pero jamás le contaría ese detalle.

—Parecía sincera. —resuelve por responder.
—Ah decir verdad, cuando te ataqué, la rabia cubrió sus ojos y su razón, haciéndome frente. Si te estuviera mintiendo, creo que te hubiera dejado morir.
—Eso mismo estoy diciendo.
—¿Y ahora acaso son pareja?

EL ogro la mira al oír su pregunta, como si fuera interpelado.

—No. —responde algo tenso por su pregunta inesperada.
—¿Y apenas se conocen verdad?
—¿A qué vas con tantas preguntas?
—Puedo ver en el claro de tus ojos bajo la luz de la luna lo pasó entre ustedes. Ella te entregó su cuerpo y la hiciste tuya. Mostrándole un placer que su piel no conocía, provocaste que gritara tu nombre hasta quedar afónica del placer. Ahora, bajo esta dulce noche, quiero que me tomes a mi, de la misma forma en la que tus brazos la tomaron a ella. Que bajo las constelaciones pueda gritar tu nombre, poseída por el placer y el deseo, me lleves hasta las estrellas y me hagas caer al suelo rotundo, ahogándonos hasta quedar exhaustos.

La piel de Erick se eriza ante esas palabras. No imaginó que una noche buscara su muerte, y a la siguiente le pidiera que tome su cuerpo, ya sea como una amante o un objeto. Entonces observa cada detalle visible de su cuerpo, es una mujer atractiva, aun goza de la flor de su vida. Pero su mente no le aparta la imagen de Eva. Así que simplemente voltea, dándole la espalda a sus deseos.

—Duérmete. —le dice como respuesta.

Ella responde con una sonrisa pícara, mirando ese espaldón que carga bajo su nuca, se muerde el labio inferior por inercia, imaginando como arañaría esos músculos tan marcados. Ahora entiende porque la princesa no pudo resistir el placer que desconocía. Y no es solo por el físico, sino también por esa actitud tan decidida, masculina, y sentimental, que emana seguridad a donde sea que va. Algo que no siempre se suele ver.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora