Capítulo Diez

48 6 0
                                    

EVA

Oigo golpes en mi puerta, qué querrá ese ogro. Al abrirla veo a una de las armaduras, sosteniendo una bandeja con comida caliente, no sabía que las armaduras encantadas pudieran cocinar, pero no pienso aceptar su hospitalidad.

—No pienso aceptar tu estúpida comida. —grito hacia la sala, y cierro de un portazo.

Aunque la realidad es que tengo hambre, no comí nada en todo el día, apenas tomé agua, un aperitivo no vendría mal, podría robarlo de la cocina cuando ese ogro suba a su alcoba, supongo que al menos debe tener algo de pan.

Bueno, esos deben ser sus pasos, ya subió, ahora me toca salir, aunque para bajar a la cocina tengo que pasar cerca de su habitación, dudo que lo note.

Al salir noto que dejó la puerta entreabierta, da igual. Escucho algunos sonidos extraños cuando paso cerca, ¿qué será? La curiosidad me corroe, no puedo sino echar un vistazo. Oh maldición.

Me cuesta creer la imagen que mis ojos captan, el ogro se está acostando con una vampiresa, su miembro se ve aún más imponente ahora que está duro, no entiendo como puede meterle todo eso sin lastimarla. Ella lo rodea con sus piernas, es notable que lo desea, y que hay piel entre los dos.

De pronto me mira con disimulo, seguro cree que no lo noté, pero lo sé, ya se percató de mi presencia. Él aumenta el ritmo, se la está cogiendo con fuerza, haciéndola gozar, lo demuestra por sus gemidos. Ahora ella me mira, con deseo, me está haciendo una seña con el dedo, quiere que me una, debe estar loca.

Me alejo de la escena, vuelvo casi corriendo a mi cuarto. ¿Qué fue todo eso? Mi corazón late muy acelerado, jamás había visto a nadie teniendo relaciones, y esa desfachatada tiene el descaro de invitarme, ¿qué le pasa? Estoy segura que no sabe quien soy.

Será mejor que intente dormir un poco, es mi primer día de aislamiento, y ya vi a ese maldito animal desnudo, y lo que sigue será peor, ya que me entregará a manos de mis enemigos. Jamás lo perdonaré por eso.

Al intentar conciliar el sueño, solo encuentro vueltas en la cama. Las sabanas ya se me van haciendo amigas, me cuesta sacarme esa imagen de la cabeza. Clario, como desearía que estés así encima de mi, o que al menos estuvieras aquí, para liberarme de este tormento.

Mis manos acarician la suavidad de mi piel, no sirve negarlo, tendré que hacerlo. Me mojo los dedos, como quien se los moja para pasar de pagina un libro, y los llevo directamente a mi clítoris, mi amado está en mi mente, sus manos de hierro, su cuerpo esculpido de titán, me retuerzo de placer imaginando como me toca, pero eso no parece suficiente para acabar, ¿qué me pasa? No puedo sacarme de la cabeza a ese maldito…

Por más que trato de pensar en otra cosa, se vuelve inevitable, es como un río, que no para de fluir. Con tan solo recordarlo, siento que estallo. Mi espalda se retuerce, y un suspiro escapa de mis labios, mis dedos al fin se calman, no puedo creer que ese ogro me haya sacado un orgasmo.

Quizá al fin pueda dormir, y no pensar en eso.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora