Capítulo Cuarenta y Seis

12 1 0
                                    

El pecho de Eva es azotado por fuertes golpeteos internos, provenientes de su corazón, al ver a Zar, envuelto en la piel de ese demonio. Mira a sus ojos, blancos como un lienzo, sin poder encontrar ningún rastro de su otrora humanidad en ellos.

-Hija -musita, dando un paso hacia ella, quien percibe el peligro rápidamente y cubre sus manos con fuego, plantando cara ante la amenaza.
-No me llames hija -dice terminante-. Y no des un paso más hacia mi, sino... -calla, pero esas llamas se alzan en sus manos, hablando por ella e iluminando el calabozo.
-Está bien -dice, retrocediendo ese paso-. Sólo quiero que me escuches.
-¿Atacas a mi pueblo y quieres que te escuche?
-Este pueblo caerá, al igual que todos en el mundo.
-No si puedo evitarlo.

Con estas palabras, ella lo ataca, con furia y valentía, descargando las incandescentes llamas que portaba en sus manos, y aunque hubiera sido un ataque mortal para cualquier enemigo, él simplemente las evade con la mano.

-Por favor Eva, ya era más poderoso que tu antes de fusionarme con Trómos, no intentes atacarme -le dice-. Además, sé que puedes hacerlo mejor.

Aparece frente a ella, en un rápido movimiento que no captó su mirada, Eva se aleja, retrocediendo de un salto, dispara un rayo en su pecho e invoca una correntada de viento para alejarse todavía más de él.

-Ves, a eso me refería -comenta con ironía, sin resentirse por el golpe.
-Escúchame -dice ella-. Sé que ese cruel y seductor demonio hizo que escucharas la voz de tus sentimientos más oscuros de venganza. Pero mis ojos recabaron en tu interior, encontré nobleza, además de dolor. Por eso te pido, Zar, como la hija que alguna vez quisiste, que desistas de tus macabras intenciones y que dejes en paz a mi pueblo.
-¿Acaso crees que hay palabra alguna en la faz que pueda mermar mi ira? -responde-. La nobleza que conociste ya no existe. Se evaporó como las sonrisas del pasado, así como se evaporará cada rastro de la civilización humana.
-Si esa es tu decisión...

Resignada se prepara de nuevo para el combate, transforma al suelo debajo de los pies de Zar en un material lodoso, con el fin de reducir su movilidad, y cuando prepara el siguiente movimiento, sus ojos ven a Eclipse entrar en el calabozo, corriendo a toda Velocidad

-¡Eva! -dice ella, para frenar su paso de manera abrupta al ver a Zar.
-Mis hijas juntas en el mismo lugar -dice él-. No podría sentirme mejor.
-Arrancaría esa repulsiva lengua para que tu boca ya no escupa maldiciones -responde Eclipse, extendiendo ambas manos hacia él, y levantando del mismo suelo un torbellino de energía oscura, que lo rodea cubriéndolo por completo.

Eva reconoce lo que ve, un torbellino oscuro, donde el mantra lo encerrará impidiendo que pueda escaparse con algún hechizo.

No desperdicia un segundo y ataca al centro del torbellino, con una lluvia de rayos de espanto, descargando una incalculable cantidad de energía eléctrica, luego ataca con fuego, derramando una feroz llamarada, igualando al calor de un volcán, y finalmente hielo, provocando una lluvia de granizo, que parece capaz de aniquilar a un batallón entero.

Nadie sobreviviría a tanto castigo, pero quiere asegurarse, así que no se detiene, y sigue atacando. Elabora un triple ataque, diezmándolo con los tres elementos al mismo tiempo, mientras Eclipse los contiene dentro del torbellino, haciendo que todos los ataques lleguen a destino.

Los cimientos del castillo comienzan a temblar, por lo que Eva cede con sus ataques, mermándolos hasta que no queda nada. Recuerda las caras de sus amigas, puede que aun estén en el castillo, usándolo de refugio. Eclipse desvanece su torbellino, y ambas esperan encontrar a su enemigo en el umbral hacia la muerte. Sin embargo, lo que sus ojos captan es una imagen completamente diferente, Zar se encuentra intacto, sin ninguna huella de daño, gracias a un escudo de energía que lo rodea.

La sorpresa las invade, y antes de que pudieran idear cualquier evasiva, él las atrapa con cadenas nacientes de sus propias manos, envolviendo sus cuerpos, pero no su voluntad, haciendo que forcejeen y peleen duramente para salvarse, aunque no tengan excito.

-Es inútil -les dice él-. No podrán liberarse, salvo que yo lo quiera así.

Eva mira a las cadenas con más atención, no parecen hechas de metal, sino de huesos, donde aún hay restos de sangre y viseras. Recuerda haber leído sobre esta maldición en uno de sus libros, la definieron como "La Cadena del Lamento".

-Conozco esta maldición -dice Eva-. Inhibe nuestros poderes, siempre y cuando tus manos se mantengan firmes hacia nos. Tampoco podrás moverte, también estás atrapado.

Los arrugados labios de Zar forman una enorme sonrisa, extendiéndose por sus mejillas, mostrando un desfile de dientes amarillentos y podridos, para explotar en una carcajada, rebotando en las paredes del calabozo y generando un fuerte eco en ellas, especialmente en Eclipse, cuya sangre parece helada al reconocer a la risa del demonio Trómos retumbando frente a ella.

-No necesito moverme por ahora -les dice, con los ojos desorbitados-. Ustedes dos, mis hijas, me ayudarán a traer a los demonios de nuevo a la tierra.
-¿Y cómo pretende tu mente lograr tal saña? -pregunta Eclipse-. Fueron los ángeles quieres desterraron a las bestias sádicas como tu al infierno. Su poder son las bendiciones, y no hay fuerza en este mundo que pueda romperlas.
-Dirás que todavía no existe esa fuerza... todavía.
-¿Qué estás tratando de decirnos?
-Que ustedes engendrarán a los seres que puedan romper cualquier bendición, maldición, hechizo o brujería. En estas venas corre la sangre de un demonio, y al ser un cuerpo humano, puedo mezclarla con la sangre de una hechicera talentosa como Eva, la que podría darme a un heredero cuyo poder esté por encima de la magia y las maldiciones. Y Eclipse también me dará un sucesor, al ser hijo de un demonio y una bruja será un ser de oscuridad pura. Ambos estarán por encima de todo lo que existe, no habrá fuerza que los detenga.

El horror se pinta en la cara de Eva, el sólo hecho de pensar en sus palabras hacen que crezcan las nauseas, hasta su piel empalidece por oír ese absurdo. A Eclipse le parece vomitivo y nefasto escucharlo hablar así. Ambas prefieren morir mil veces a manos de sus enemigos, que concebir a un ser semejante.

-Jamás te ayudaremos -responde Eva-. Estás enfermo.
-Imaginé esa respuesta, pero no tienen alternativa. Mis herederos tienen que nacer de sus vientres, ya que en ambos casos sería incesto. Los nacimientos profanos harán que los seres de la luz conozcan la oscuridad.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora