Capítulo Veintiséis

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La noche llega al bosque del ogro. Moviéndose entre los árboles como fieras se encuentran los mejores hombres de la milicia de Belford. Clario, y sus cuatro soldados de elite.

Atravesando el mar de verde, encuentran el castillo, y pueden notar a simple vista los destrozos. Clario cree que lo hizo Eva, defendiéndose de aquel ogro, sin imaginar lo que realmente había ocurrido.

—Recuerden, el ogro es mío. —dice Clario, haciéndole señas a sus hombres mientras blande su pesada espada asesina de hombres y bestias.

Víctor y David derriban las puertas de una patada, siendo atacados por las armaduras, que no presentan ninguna amenaza para ellos.

—Armaduras encantadas, que truco tan sucio. —dice Máximo con desprecio.
—Se volverán a levantar. —dice Clario—. Pero no por mucho. Víctor, David, registremos el primer piso, los demás busquen aquí.

Sin mediar palabra se dividen, tienen clara quien es la voz de mando. Clario revisa cada habitación, derribando con astucia a todas las armaduras que se oponen en su camino.

Por más que el desespero guie sus pasos, la suerte no lo hace, porque no logra encontrarla. Los recuerdos asaltan a su mente, las tardes soleadas, los besos robados, su forma de acariciarlo y decir te amo, junto con todas las promesas de amor eterno, de bodas, aniversarios, y noches de pasión. Le aterra pensar que todo eso pudo haberse esfumado.

Esto provoca que una lágrima fugaz escape de sus ojos, mientras murmura su nombre, Eva.

Llega hasta la habitación donde dormía su amada, la que está más destruida que el resto. Observa con detenimiento cada detalle, mientras se adentra en ella. Una peculiar mancha en la sábana llama su atención, y sus ojos se ponen rojos cuando ve que se trata de sangre.

La destrucción provocada por Eva intentando defenderse, mientras el ogro la tomaba por la fuerza, robándose su pureza. Esa es su interpretación, un poco alejada de los hechos reales. De solo pensar en todo el dolor que sufrió su amada, su boca brama un grito repleto de cólera, que alerta a todos los soldados, quienes rápidamente entiende la escena.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora