Capítulo 5: Bending Bonds

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Lunes, 15 de agosto de 1988

Harry estaba en casa. Solo. Otra vez. Los Dursley habían ido a la casa de uno de los vecinos para la hoguera y la barbacoa de fin de verano para "fomentar las buenas relaciones con sus vecinos de Privet Drive y Wisteria Walk". Harry sólo pensaba que tío Vernon iba por la comida, tía Petunia por los cotilleos y Dudley para ver a sus amigos. Y por la comida. En realidad, probablemente todo era por la comida.

Harry sólo quería ver la hoguera. Las había visto en la televisión, cuando podía echar un vistazo a escondidas mientras hacía sus tareas, y le parecían tan mágicas. La madera y una cerilla creaban llamas que bailaban y se desplazaban, chispas que se elevaban al cielo antes de desaparecer. Pero Harry se había quedado en casa. Como siempre. Por suerte, esta vez no lo habían encerrado en su armario, así que estaba sentado en el salón, mirando por la ventana, intentando ver el fuego desde el otro lado de la calle.

Había terminado todas sus tareas poco después de que los Dursley se fueran. Luego dedicó un poco de tiempo a remendar algunas de sus ropas. Se había dado cuenta de que la ropa que más le duraba era la que había remendado. Ya fuera arreglando agujeros, sustituyendo botones o reforzando costuras, todo lo que había cosido duraba más que las prendas que no había cosido. Una vez que empezó a oscurecer, se había colocado en la ventana delantera, tratando de vislumbrar el fuego. Al final se dio por vencido, ya que había demasiadas casas en el camino, y se retiró a la cocina para coger algo de comida, y luego a su armario para esconderse en caso de que los Dursley llegaran a casa enfadados.

Harry no se molestó en encender la luz de su armario, no quería dormirse con ella encendida, no fuera que los Dursley pensaran que había hecho algo raro. Pero seguía pensando en el fuego. No se había dado cuenta de que mientras estaba sentado, ahuecando las manos como si las calentara frente a su fuego imaginario, una chispa había crecido entre sus palmas. De repente se dio cuenta de que se estaba mirando las manos y que realmente podía verlas en la oscuridad cuando se dio cuenta de que la luz sobre su cabeza no se había encendido espontáneamente, sino que había llamas entre sus manos.

Mientras miraba, disfrutando del parpadeo, las llamas crecían y se transformaban. Harry las observó con curiosidad, sin saber muy bien qué esperar, cuando el fuego terminó de transformarse en lo que le pareció un dragón. Ciertamente tenía todos los rasgos distintivos de un dragón cuerpo de serpiente, mandíbulas con dientes y alas. Mientras lo observaba, el dragón de fuego empezó a dar vueltas alrededor de él, volando por el aire, haciendo bucles y soplando pequeñas nubes de humo, que le hacían reír y le hacían cosquillas en la nariz. Harry estaba tan absorto en las travesuras del dragón de fuego, que no oyó el fuerte estallido del exterior, ni la puerta de entrada que se abría. Tampoco oyó los pasos que se acercaban a su armario. 

La puerta del armario bajo la escalera tenía un insistente parpadeo que provenía del hueco. Para los ojos entrenados en el espionaje de Severus, pensó que era fuego. Pero seguramente, si Lucius estaba en lo cierto, no habría fuego en el espacio donde duerme Harry Potter. Extendió la mano y abrió suavemente la puerta. Él y Lucius se asomaron al interior.

El dragón de fuego estaba volando alrededor del armario una vez más dando una doble voltereta antes de aterrizar sobre el hombro de Harry. Cuando éste se volvió para mirar al ¿Dragón de Fuego? ¿Dragón? ¿Dragón de fuego? que NO ESTABA QUEMANDO su ropa, vio las caras en la puerta y soltó un grito. El dragón de fuego desapareció como si nunca hubiera existido, dejando tras de sí un olor a madera quemada y humo.

-¿Era eso... Fiendfyre?- respiró Severus, mirando fijamente el lugar del que se había desvanecido el dragón de fuego.

-Yo... creo que sí-, respondió finalmente Lucius.

HARRY POTTER AND THE MAGIC OF BONDSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora