Capítulo 20: Sneaky Bonds

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Sábado, 7 de septiembre

Después de comer, Harry se dirigió a la mesa de Slytherin para hablar con Draco.  De hecho, el profesor Prince los había emparejado como compañeros de pociones, lo que habían decidido utilizar como excusa para que los vieran hablando entre ellos. El hecho de ser Ravenclaw y Slytherin lo hacía un poco más aceptable, pero se alegraron de tener una excusa en la que apoyarse. Entablaron una conversación intrascendente sobre la poción que habían preparado el día anterior y se encaminaron ostensiblemente hacia la biblioteca. 

Poco antes de llegar a las imponentes puertas dobles de aquel cacareado espacio, Draco agarró a Hadrian de la muñeca, miró rápidamente a su alrededor para asegurarse de que no los verían y tiró de su hermano a través de un pasadizo secreto que simulaba ser un muro de piedra. Hadrian había jadeado, esperando estrellarse de bruces contra la dura piedra, pero luego empezó a reírse mientras Draco tiraba de él por los vericuetos del pasillo. Levantó un dedo cuando se acercaron a la salida, Draco había susurrado que también era un falso muro de piedra, pero que les permitiría ver el exterior, antes de acercarse con cuidado al borde del pasadizo y mirar todo lo que pudo en ambas direcciones. Al no ver a nadie, sacó rápidamente a Hadrian del pasadizo y lo llevó al fondo del corredor, donde se detuvo frente al retrato de un hombre moreno que estaba agitando un caldero.  

Draco golpeó dos veces el marco, y el pocionero pintado levantó la vista de su trabajo y dijo con desgana -¿Contraseña?-.

-Caldero de Cristal-, susurró Draco, indicando a Harry que recordara la contraseña. 

-Bienvenido, joven Draco, y usted debe ser el señor Potter-, dijo el cuadro a los dos chicos. 

-Hadrian, por favor-, respondió Hadrian al retrato.

-Hadrian, entonces-, respondió el pintado con un movimiento de cabeza mientras su marco se abría silenciosamente para permitirles la entrada.

Mientras se dirigían a la entrada del pasillo, Draco le explicó a Hadrian que Severus tenía una serie de contraseñas que le alertarían del tipo de visitante. Era magia compleja, pero ayudaba a ocultar la actividad del director. Severus le había dicho a Draco la contraseña que él y Hadrian tendrían que usar, y recalcó la importancia de mantenerla en secreto, ya que se suponía que los alumnos no podían acceder a las habitaciones de los profesores. Hadrian asintió, comprendiendo la necesidad de extremar las precauciones. 

Se dirigieron a la puerta de entrada interior y Draco volvió a golpear dos veces.  Esta vez la profunda voz de Severus los saludó, indicándoles que entraran.  Hadrian abrió la puerta y entraron en las habitaciones del maestro de Pociones. 

-Buenas tardes, chicos-, saludó Severus.

-Buenas tardes, tío Sev-, respondieron ellos. 

-¿No los han visto?- confirmó el maestro de pociones.  Los chicos asintieron.

Les concedió varios minutos para que echaran un vistazo a sus habitaciones. A Hadrian le gustaba mucho la decoración, ya que todo era oscuro, maderas cálidas, cuero oscuro y tapicería, pero con algunos toques brillantes para suavizarlo un poco. Había varios cojines verde esmeralda en su sofá y la alfombra frente a la chimenea era un derroche de colores. Cuando se hubieron saciado, Severus les indicó que se acercaran a la chimenea. Les ofreció un pequeño cuenco que había sacado de un estante con otros recipientes llenos de cosas al azar, y cada uno cogió un puñadito, reconociendo que era polvo floo. 

-La dirección es Mansión Malfoy, despacho de Severus Prince-, les indicó. Draco fue primero, seguido por Hadrian, y luego Severus. Llegaron a una habitación exactamente igual a la que acababan de dejar. A Hadrian le preocupó momentáneamente no haber ido a ninguna parte, pero la presencia de Lucius lo desengañó de esa idea.

HARRY POTTER AND THE MAGIC OF BONDSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora