Jm empieza la universidad y necesita habitación. Jk era su última opción, ninguno se los dos podía negarse. Solo tenían tres reglas:
- Cero sentimentalismos
- No meterse en las cosas del otro
- No acostarse juntos
Pero, las reglas existen para rompe...
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~♡~
—Bien, ya te enseñé todo el lugar. Te diré las reglas.
—Te escucho.
La curiosidad del Jimin estaba muy despierta. Ya quería saber las dichosas reglas que ese chico le impondría.
—Primero —empezó a decir levantando un dedo—, no quiero saber sobre tu vida o tus problemas. No me importan, no quiero dramas, ni gritos ni lloriqueos en casa.
—Por mí, ningún problema —respondió Jimin con simpleza.
—Segundo, no quiero oírte cuando venga con algún ligue. No tengo que justificarme por nada de lo que haga.
—Tampoco me importa tu vida, lo que haces o no. No te creas especial.
—Y tercero —prosiguió, acercándose más al menor. Solo unos cuantos centímetros separados, el aroma del alfa se sentía más fuerte—, me vale una mierda lo bueno que estés.
Jimin abrió los ojos en grande, sintiendo sus mejillas calentarse.
—Tú y yo no nos acostaremos bajo ninguna circunstancia. Así que no te hagas ilusiones.
Su aliento chocó provocando cosquillas en el rostro de Jimin. Aún no comprendía lo que el más alto le acababa de decir.
Ji aclaró su garganta nervioso y se alejó del pelinegro.
—Lamento herir tu ego, pero no tengo intención de caer en tu cama.
—Perfecto. Bienvenido —dijo extendiendo una mano hacia el menor—. Me llamo Jeon Jungkook.
Por un momento el chico quedó perplejo. Luego de unos segundos dio un brinco de alegría sobre su mismo sitio.
—¿Me estás diciendo que puedo quedarme con la habitación? —chilló feliz.
Jungkook hizo una mueca.
—Ya estás infringiendo la primera regla.
El pelirosa detuvo su celebración y bajó la voz en una más audible.
—Perdona, soy Park Jimin.
Estrechó feliz la mano cálida y áspera de Jungkook. Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir el dedo pulgar de Jeon sobre el dorso de su mano. Jimin la retiró bruscamente y lo miró indignado.
—¿Qué… qué haces?
—Solo quería comprobar la regla tres —dijo sonriendo mientras hundía las manos en los bolsillos de los pantalones—. Nos vemos, rosita.
Sin más salió del departamento, dejando a Jimin con la boca semiabierta analizando en qué lío se ha metido.
