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Pasaron diez minutos y no tardó en llamar a la puerta. Jimin respiró hondo antes de abrir.

Cuando por fin observó sintió un mar de emociones. Parecía cansado, tenía las ojeras marcadas. Llevaba una gorra negra y pudo sentir el aroma tan exquisito que destacaba en él. Llevaba puesta la sudadera que siempre le ponía a Jimin, esa blanca con el estampado de cara feliz cuando iban de excursión.

Le costó mucho reprimir las ganas de abrazarlo y hundir su nariz en su cuello. Para evitarlo se aferró a la manija de la puerta como si su vida dependiera de ello.

A Jungkook se le iluminaron los ojos cuando vio a Jimin, pero recordó el motivo de su visita y su mirada se volvió resignada.

—Bienvenido… a mi hogar —se limitó a decir Jimin, apartándose e invitándolo a pasar.

Ambos caminaron hasta el pequeño sillón.

—Siéntate —dijo Jimin en un tono cordial, señalando el sofá—. ¿Te apetece beber algo?

—¿Qué tienes?

—¿Soju? Bueno no. Ya me lo he bebido todo. ¿Agua del grifo?

Los labios de Jungkook esbozaron una sonrisa leve que apenas duró un segundo.

—El agua del grifo me parece perfecto.

El pelirosa asintió y llenó una taza estampada de osito, se la dejó sobre la mesita y se sentó en la otra orilla del sofá, lejos de él.

—El piso es muy bonito —comentó mirando alrededor dando un sorbo a su taza de agua.

《Un momento…》

—¿Cómo sabías la dirección? —preguntó sorprendido. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que se había presentado al lugar sin siquiera haberle dado información.

—Tus cosas eran muchas, por lo que con Taehyung lo hemos traído en el jeep.

—¿Fuiste tú quien trajo todo?

Jungkook asintió.

—Espero que hayan llegado bien.

Jimin no supo qué decir ante aquella confesión, por más que se limitó a mirarlo fijamente. Sus ojos se desviaron de los suyos hacia su labio inferior donde tenía la perforación y luego recorrieron sus hombros y sus brazos. Cuando volvieron a subir lo encontró con sus cejas arqueadas.

Parecía que tuviera todos los músculos del cuerpo tensados al máximo, como si le estuviera costando tanto como a Jimin quedarse sentado en el otro extremo del sofá, sin acercarse.

Todavía se deseaban, era inútil engañarse. Ambos anhelaban tocarse y provocar miles de sensaciones.

—Bueno… —habló Jimin—. ¿Querías hablar, no?

Roomies | Kookmin Au ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora