23

361 63 7
                                    

Ladea la cabeza y ahí lo tiene, Samuel le toma la barbilla con delicadeza, sin malas intenciones. Abre la boca tal y como se lo pide, deja que lo alimente. Aprovecha y lame la yema de sus dedos con la excusa de no saber el tamaño exacto de las uvas.

No tiene idea que esta ahí es para tener material que impida su boda.

Porque bien sabe que a Lolito le gusta la exclusividad y mataría a todos aquellos que intenten quitarle lo que es suyo. Lo que cree que lo es.

Es arriesgado tal vez pero confía en que cuando llegue el momento Samuel lo defenderá, o Alex, o Quackity. O qué tal vez a Lolito realmente no le guste tanto Vegetta como ya se lo ha dicho antes y lo deje ser.

Aún así no niega que lo esté disfrutando, porque ¿quien no lo haría? Tiene al hombre del que está enamorado lo que siente como siglos delante de él, tratándolo bien, mimándolo, complaciéndolo. Está en el cielo. Tanto que no sabe si es el alcohol o sus sentimientos lo que lo hace sentirse mareado, flotando.

— No te lo daré si no me atrapas primero — las palabras se disuelven en su boca y salen como miel. Le toca la nariz y le sonríe con dulzura.

Ve esas orbes amatistas brillar con fuerza antes de que empiece a correr al rededor de la larga mesa, casi no puede creer que en realidad le esté siguiendo el juego, disminuye su velocidad y deja que lo atrape solo para sentirse una vez más seguro entre sus brazos.

La risa se le escapa más sincera de lo que planea, lo siente recargarse en su hombro y murmurar un "te atrape" como quien dice "aún te tengo, eres mío", se gira despacio, enreda el cabello de su nuca entre sus dedos. Se agacha un poco y besa sus labios.

Siguen sabiendo a uvas, al paraíso, a todo lo correcto con toques de maldad porque siempre han sido el yin y el yang. El click de la cámara lo hace salir de su pequeño trance, de la realidad a la que quiere aferrarse en ese momento y de la que no escapa porque Samuel le pone las manos en la cintura y le corresponde.

Todo deja de ser una mentira, no hay segundas intenciones y solo desea ser feliz. No es muy consiente de lo qué pasa después pero está bien, Vegetta lo cuida.

Tal vez lo cuida demasiado. Sabe que no se atreve a volver a besarlo porque cree que no está en sus cinco sentidos pero desea que se atreviera a propasar ese límite que el mismo se ha puesto porque lo quiere, lo quiere cerca. Lo quiere rodeándole la cintura y con sus piernas en sus hombros o en medio de ellas obligándolo a rodearle la cadera, lo quiere mirándolo como si no se sintiera culpable muy en el fondo.

— Tranquilo Veg, los amigos también hacen esto a veces — le dice desde el borde del jacuzzi, Samuel le sonríe levemente.

— Ponte el abrigo, anda — termina por aceptar, porque hacerlo implica tener algo con su aroma consigo.

Se despiden con cuatro besos en lugar de dos pero ambos deseando que sean ocho, o doce, o veinticuatro.

Esta bien, ahora tiene que volver a su realidad.

Sweet liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora