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Rubius puede ser muchas cosas, ha sido arte, ha sido la musa, ha sido su dolor, su tranquilidad, su tristeza, su cama cuando está cansado, sus sábanas gruesas cuando tiene frío, su pañuelo cuando ha llorado.

El piano suena estruendoso y todos lo miran, está nervioso.

Rubius ha sido artista, ha sido modelo, ha sido maestro, ha sido doctor, enfermero, psicólogo, cura, policía.

Tal vez es su versatilidad lo que lo tiene tan cautivado, lo que lo ha enamorado.

"Me gusta tu voz" había dicho.

Y le gustaría poderle decir que tiene una gran voz por el, porque lo sabe desde hace tiempo, porque en sus noches en vela fue quien lo hizo dormir, porque siempre disfruto acariciar su cabello y calmar el tormento de su cabeza, porque tararear para el también era tranquilizante.

Pero Rubius ya no escucha, aunque esté en primera fila.

Comienza a cantar cuando por fin puede ver la partitura, sus lágrimas caen en las teclas pero no para. Porque es una canción para él, porque es su declaración de amor.

Y Rubius no escucha pero sabré que le habría encantado.

Porque así era el, en público haría bromas, minimizaría su esfuerzo con un "no debiste", con un "estoy seguro que estás mintiendo", pero en sus momentos de vulnerabilidad le diría que lo admiraba, que amaba que hiciera todo y más por él.

Porque una vez le dijo "pídeme la luna y las estrellas, los planetas y las galaxias y las traeré a tus pies" y aunque siempre decía no creerle, le gustaba pedirle.

Pero Rubius ya no pide, ya no recibe, ya no escucha la canción que ha compuesto, la melodía que se reproduce en su corazón desde que lo conoció.

Termina en silencio, con la respiración agitada aunque es una canción lenta. Con los llantos del resto de personas de fondo.

Porque el día de hoy, Rubius es eternidad.

Sweet liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora