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Recapitulación del capítulo 13 al 28 con el fin de crear el au del arco de revolución que nunca hice.

Tiene cierta fascinación con Quackity, lo sabe desde que lo vio por primera vez, lo sabe porque hacerle bromas le causa una satisfacción que hacérselas a otras personas no le causa. Hay cierto encanto en su risa, en su sonrisa, en su humor, en sus ojos cafés que se hacen pequeños cuando se carcajea, en sus mejillas y su nariz rojas por los días de invierno.

Pero hay algo más, algo que no sabe describir. Algo que le permite perdonarle las traiciones piadosas y la muerte de sus animales. Algo que le exige ser su primera dama.

— Piénsalo, si me dejas ser tu primera dama solo habrá beneficios, comienzas con mi voto, sigues con mi ayuda durante toda tu campaña y promoción política, después, cuando ganes, podremos desviar algunos impuestos para terminar el casino y una vez hecho, tendremos un imperio, Karmaland progresará y todos terminaremos ganando.

Que Quackity acepte solo le dice que él también tiene esa fascinación con él, pone un par más de condiciones que el pato acepta y aclara que aquello no es más que una relación política. Una relación por intereses propios.

Lo que lo lleva a ese momento, a poner dos pasadores blancos de pequeñas cuentas blancas en el lado derecho de la peluca pelinegra que hace que el cabello le llegue hasta la cintura. Observa una vez más su maquillaje suave en el que resaltan sus párpados de un azul tan claro que se confunde con el lila. Se pone de pie cuando el rosa en sus labios queda en el tono que le gusta y camina hasta la cama, aquella que ha compartido con Quackity el último mes. Acaricia su mejilla y luego sus mechones negros.

— Patito — susurra — patito, ya es hora — despertar junto a Rubius siempre es un acto tan dulce que pareciera profesar amor. El chico comienza tarareando mientras acaricia sus mejillas, luego juega a unir cada punto en su rostro creando constelaciones nunca antes vistas, finalmente susurra su nombre y acaricia sus brazos esperando hasta que finalmente despierte.

Quackity le preguntó hace unos días el porque siempre lo despierta de esa manera pero Rubius no respondió, aún así consiguió averiguar qué es porque sus orejas son muy sensibles no solo por su especie sino también por su conexión con los dioses y está acostumbrado a que lo despierten ruidos fuertes como Vegetta gritándole desde la cocina que ya es muy tarde, que debe despertar. Así que es considerado como nunca nadie lo ha sido con él.

Cuando abre los ojos queda impresionado con su apariencia, no porque nunca antes lo haya visto con un atuendo femenino si no porque no entiende cómo puede ser así de hermoso en todas sus facetas. Tiene una falda azul celeste que se confunde con un morado pálido, un cinturón blanco y un corset del mismo color que la falda. Tiene guantes de seda y unos zapatos blancos con destellos tornasol.

— Voy a besarte — le dice en voz baja, aún sintiendo que está en un sueño.

— Más vale que lo hagas porque hay un paparazzi en el árbol desde que desperté. — Quackity reacciona entonces y busca voltearse pero Rubén no lo deja, en su lugar presiona sus labios sobre los suyos y baja sus manos hacia sus hombros desnudos.

Quackity lo toma de las mejillas y profundiza el beso. Rubén se siente en las nubes porque siempre ha adorado que los besos de Quackity lo consuman lentamente, que lo hagan sentir vitalidad y lo dejen temblando. Suspira cuando se separan porque el pato siempre sabe cuando es su límite y buscará oxígeno. — Voy a preparar el desayuno — dice con dificultad — tú ponte el traje blanco que preparé para ti. Vamos a anunciar nuestro compromiso por la tarde.

— Está bien — dice Quackity con una voz más ronca.

— Está bien — dice Quackity con una voz más ronca

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Sweet liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora