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Día 2 de la rubckity week 2024: casino

Rubén mira el letrero lleno de luces blancas, rojas y azules desde su automóvil. Supone entonces que están a menos de diez minutos del lugar. Sonríe mientras se separa de la ventana.

Es mal visto que un hombre de negocios como él frecuente lugares como un casino, pero ¿cómo no frecuentarlo si el dueño hace que su corazón se salte un par de latidos?

Conoció a Alex hace un par de años, cuando visitaba el nuevo casino "Las nevadas" con un par de amigos. Claro que no lo conoció como el dueño, sino como un jugador más.

Compartieron un par de palabras entre tragos y de alguna u otra manera terminó encerrado en su oficina, con el chico sobre él siendo tan dominante como solo él podría serlo.

No volvió a verlo después pero podía imaginarlo, quería que le mostrara que el hombre que en público se presentaba como un arrogante y visionario hombre de negocios podía no serlo si estaba en sus manos, completamente a su merced.

Pero encontrarlo parecía casi imposible por no decir que en realidad lo era, así que se abstuvo de visitar su lugar de trabajo hasta que lo hubo investigado por completo. Podrían considerarlo incluso una especie de acosador por ello pero nadie más que su investigador privado lo sabía.

Su chofer lo deja en la entrada y el se permite admirar el elegante edificio estilo palacio delante de él, le gustan las luces amarillas que le dan un toque dorado. Con una sonrisa camina hasta la entrada.

Su asistente le dice al guardia que están ahí para ver a su jefe, menciona que hicieron una cita con anticipación y espera a que alguien le responda al guardia por radio y de la indicación de que pueden pasar.

Mismo que no sucede mucho después, Rubén camina por los largos pasillos con una confianza propia de su aura y de su poco conocimiento de ellos pero internamente su corazón está tan acelerado que podría sufrir un paro cardiaco en cualquier momento.

Cuando entra a la oficina que tan bien conoce, busca al dueño con la mirada, entonces entra su asistente — El señor tuvo un pequeño retraso, ¿gustan algo de beber mientras vuelve?

Entrecierra los ojos exasperado, no puede creer que aún cuando es una sorpresa su presencia en ese lugar, ese tipo se de a desear tanto.

Deja que su asistente pida una bebida para cada uno mientras el se pierde en los pocos recuerdos que tiene de ese lugar. Recuerda a ese pequeño azabache besándolo en la puerta, empujándolo dentro mientras el mismo se quita el saco. A dos pasos de ella le quitó la corbata y a cinco lo empujó hacia el escritorio.

Lo recuerda entre pestañas, con las manos en sus muslos, ordenándole que le pida por más...

Abre los ojos cuando escucha la puerta abrirse, entonces deja de estar envuelto entre sombras y siluetas con las que ha soñado más de una vez y ve la espalda del hombre al que tanto ha añorado en una luz amarilla. Lo escucha ofrecer una disculpa por su tardanza y lo ve desabrocharse el saco cuando se sienta.

— Es un placer verlo de nuevo, señor Alex. — Observa un destello de sorpresa en sus ojos pero no tarda en recomponerse por lo que se hace imperceptible.

— Hablemos de negocios — ordena Quackity a los otros y a él mismo.



















— Muchas gracias por la oportunidad, señor Alex, le aseguro que no se arrepentirá de su decisión — Rubén le tiende la mano y Quackity la toma con firmeza.

— Eso espero, ahora por favor, disfruten del casino antes de irse — Alex le da una mirada que oculta remolinos tras su cabello azabache.
















Rubén se pasea entre las máquinas traga monedas, la ruleta y las mesas de black jack, su asistente se ha cansado hace un par de horas así que ahora descansa en su habitación en el hotel en el que se hospedan lo que le da vía libre para jugar a la casería con Alex.

No sabe cómo descifró esa mirada tan cargada de pensamientos no dichos que le dio pero lo hizo, así que ahora se pasea por el lugar como un ciervo en la pradera.

Está tentado a quedarse quieto y dejar que Alex lo atrape de una vez pero ¿dónde quedaría esa tensión que tan loco lo vuelve?

Visualiza a Alex junto a dos hombres cerca del bar así que sube al segundo piso sin saber que el dueño se a cansado de jugar al gato y al ratón, que ahora quiere ir directo a por él.

Entonces se ve acorralado y no le queda más que escabullirse hasta esa oficina que tan bien conoce. Pasea los dedos por el escritorio extrañamente vacío y no tarda en conectar puntos.

No es una sorpresa ver a Alex entrar, ni para él ni para el dueño, aún así, lo dice con una sonrisa. — ¿me extrañaste? — complementa.

Ha entrado a la boca del lobo y ambos lo saben, pero no por eso se mostrará intimidado. El azabache se acerca despacio, aflojándose la corbata.

— ¿No responderás?

— ¿Acaso buscas sorprenderme? — Alex lo interrumpe poniendo las manos sobre el respaldo de su cómoda silla giratoria, dejándolo acorralado una vez más.

Lo tiene tan cerca que puede sentir su respiración mezclándose con la suya y su cabello rozar su frente; si se inclina ligeramente hacia enfrente, encontraría sus labios. — ¿Un hombre como yo puede sorprender al señor Alex? — dice con un ligero sarcasmo.

— No juegues conmigo.

— Esto es más una provocación, me gusta cuando te enojas — suelta una risita cuando Alex lo jala de la corbata, puede ver el destello bermellón en sus ojos lo que le indica que es un volcán a punto de hacer erupción por un enojo que podría o no ser fingido. Se atreve a acercar su rostro unos milímetros más y rozar sus labios, entonces susurra con voz ronca — si te consuela un poco, yo si te extrañe.

Es Alex quien comienza el primero de muchos besos que compartirán esa y mil noches más.

Sweet liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora