22. ¿Buenas noticias?

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Daphne había perdido la cuenta del tiempo que llevaba ya encerrada.

Después de que su juicio terminó la llevaron directamente a Azkaban.

La hicieron despojarse de su horrible uniforme gris de reclusa para ponerle un vestido blanco amarillento que más que una prenda, parecía un pedazo de cortina mal cosida.

La comida era muy escasa por no decir nula, por lo que se sentía sin fuerzas.

No había ningún rincón o ventana por el cual se colara un rayo de luz del exterior y le diera en el rostro.

Estaba harta de escuchar los gritos de los demas reclusos. Habia ocasiones en las que se ponía de malas y nerviosa por los quejidos.

El universo le sonreía en ocasiones y se había logrado salvar de uno que otro dementor que aparecía de la nada.

Pero incluso en su estado, su mayor preocupación seguía siendo su hermana menor.

La pobre Astoria había quedado sola. Después de todo lo que habia hecho para mantenerla a salvo no sabía que había sido de ella y eso la tenía con los nervios de punta.

Escuchó unos pasos que se acercaban y los gritos de los demás reclusos se intensificó conforme iban pasando por enfrente de las celdas.

De seguro era algún auror estúpido dando su ronda diaria, burlándose de todos los que estaban tras las rejas.

Levantó la cabeza cuando los pasos se detuvieron y un par de golpes resonaban en su puerta.

Se tenso, por lo regular aquello no era una buena señal.

Tras un largo minuto, la puerta se abrió dejando paso a un joven auror que le hizo un par de señas para que se levantara.

Se irguio en su lugar, dio unos pasos cautelosos hasta el auror quien de un par de movimientos de varita le puso unas esposas mágicas.

-Vamos Greengrass, tienes visita -su rostro no mostraba algún indicio que le pudiera decir de que se trataba-.

╭┈───────────── ˊˎ-

Daphne miraba a su alrededor con cautela.

Aquella habitación era minúscula y fea. Solo tenía una pequeña mesa y un par de sillas de las cuales ella ocupaba una.

Predominaba el color gris opaco tanto en paredes y piso y el techo parecía como si tuviera musgo en toda su extensión y el olor a humedad era menos intenso que en las celdas.

El auror que la había llevado se mantenía a un par de pasos detrás de ella, custodiandola.

Si no estuviera lo suficiente ansiosa, hubiera bufado con indignación.

Como si en aquel estado fuera una persona peligrosa.

La pesada puerta que tenía delante se abrió dando paso a un joven que reconocería en cualquier parte.

Harry Potter.

Su semblante lucía cansado, tenía una barba que parecía de semanas en conjunto a su habitual desaliñado cabello. Vestía una camisa roja junto a unos pantalones de vestir.

Le pareció extraña su expresión ya que esas semanas donde convivio junto a ellos nunca lo habia visto de esa manera.

Se quedó mirándole, mientras que el auror que estaba detrás de ella habló.

-Quince minutos, Potter.

Harry asintió y subió su mirada a la de Daphne y ahi fue cuando algo hizo click en ella.

Herederos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora