21. Mi hija.

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Los pasillos de San Mungo se encontraban en un inusual silencio, lo único que se podía escuchar eran los tacones de Narcissa mientras a su lado iba Lucius.

Habían pasado ya unos días desde aquel día fatídico de juicios y todo habia sido caótico desde entonces.

Se habían sometido a cientos de pruebas y análisis para determinar si aquel joven americano era su hijo, algo que le parecía innecesario a Narcissa porque estaba segura de que si lo era, pero sabía que tenían que hacerlo si querían librarlo de una larga condena.

Lucius no hablaba mucho desde aquello, se mantenía encerrado en la biblioteca o en su despacho en la mansión Malfoy, preocupado más que nada por su salud.

No quería agobiar con sus dolencias a Narcissa por lo que pasaba la mayor parte del tiempo alejado de todos.

Siguieron su camino en completo silencio hasta el piso cuatro, aquel que se dedicaba a maldiciones y magia negra.

Vieron a Sirius a lo lejos, dando vueltas en el pasillo frente a una habitación.

Llegaron junto a él y Narcissa lo dio un rápido abrazo.

-¿Cómo está ella?

-Mal -Sirius negó con la cabeza-, sigue débil y sin reaccionar.

Narcissa hizo una mueca y se quedó viendo la puerta con indecisión.

-Ahora hay unos cuantos medimagos curándola y haciendo los chequeos de rutina y no se que mierdas más -suspiro angustiado-.

Sirius se pasó las manos por su cabello estresado.

-¿Han hecho las pruebas? -Narcissa odiaba ver a su primo en aquel estado-.

-No, necesitan limpiar su organismo por completo para que los resultados no salgan alterados o resulten afectados de algún modo.

-¿Y si ella no es...?

-Es mi hija, Narcissa -la mirada de Sirius cambio a una determinada mientras se posaba en la de ella- y haré todo lo posible para que esté a mi lado.

Narcissa asintió, pensaba igual que él con respecto al joven rubio del cual estaba segura que era su hijo.

-Te ayudaremos en cualquier cosa, Black -Lucius habló, quien se había mantenido unos pasos detrás de ambos-.

-Gracias, amigo -Sirius le dio una media sonrisa a Lucius-. ¿Cómo han ido los juicios?

-Terrible. Beaufort es una perra desquiciante -Narcissa cruzó los brazos exasperada-.

Sirius soltó una risita y se sentó, Lucius lo imitó sentándose a un lado de él.

-¿Tan mal salieron?

-Tú dirás. A la pobre chica Greengrass la encerró en Azkaban por cinco años a pesar de que nos ayudó mucho. Y esa otra, la hija de los Parkinson, cincuenta.

Narcissa con cada palabra sentía su furia crecer hacia aquella mujer.

-¿Y... James? -preguntó bajo Sirius con incertidumbre y preocupación por su amigo-.

-Cinco años en Azkaban -Narcissa suspiro-, estamos haciendo todo lo posible para sacarlo o mínimo reducir su condena.

-Al menos no fueron doce -dijo Sirius con una mueca-.

-Ninguno de los dos merecía Azkaban.

-Lo hecho, hecho está Cissy -Sirius trató de restarle importancia-.

-Como sea. Esa perra se siente muy poderosa en estos momentos pero en cuanto se elija un ministro...

-Ella está segura de que lo será -murmuró Lucius con molestia dirigiéndose al pelinegro-.

Herederos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora