EPÍLOGO - PARTE DOS

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—Falta poco —me anima Jake.

Vuelvo a gritar y niego, sintiendo el sudor recorrerme.

—No puedo —susurro, apenas con un hilo de voz.

Ya no tengo fuerzas.

Cierro los ojos, pero los abro cuando me mueven.

—Señor, no puede hacer eso.

Jake lo mira muy mal a mitad de mis gritos.

—¿Le pregunté? —El doctor abre la boca, ofendido—. Y no soy un señor —Piensa un poco—. Estoy por serlo, pero todavía no —aclara y quiero reír, pero otro dolor me toma y vuelvo a gritar.

—No seas grosero —lo regaño.

Se sube a la cama conmigo, poniéndoseme detrás y me abraza.

Estoy en posición de parto, por lo que esta no esta recostada, sino como si fuera una silla. Jake se acomoda mejor detrás mío y no digo nada cuando literal quedo casi que sobre él, con sus piernas abiertas a ambos lados, pegadas a las mías que también están abiertas.

Siento otra contracción y grito, desgarrándome las cuerdas vocales.

Esto es horrible. Muy, muy horrible. Llevo más de nueve horas de parto y aun mini Jake no quiere salir.

‹‹Sal, por favor››, suplico en silencio.

Jake me abraza más fuerte y me dejo caer sobre él, cerrando los ojos y recostando la cabeza en su pecho.

—Vamos a intentarlo durante veinte minutos más, si no sale, tenemos que recurrir a una cesaría.

—No quiero eso —hablo apenas con la poca fuerza que me queda. No sé si me escuchó.

—No tenemos más... —Trata de hablar el doctor, pero Jake lo interrumpe.

—Va a salir —Y masajea mi estómago mientras lo dice.

—Es un embarazo de riesgo y...

—No me importa lo que crea. Va a salir —Vuelve a interrumpirlo y aunque no lo estoy viendo porque mantengo los ojos cerrados, podría jurar que está mirando con cara de culo al doctor quien, en realidad, ha tenido mucha paciencia con nosotros dos.

—Vamos a seguir intentándolo —dice y se va a hablar con las enfermeras.

—No va a salir —empiezo a llorar.

—Lo hará —susurra solo para mí.

Abro los ojos y giro al cabeza, mirándolo a la cara y tranquilizándome cuando me sonríe con ternura, ternura que pocas veces demuestra.

—¿Te digo una cosa? —estoy hablando muy, muy bajito.

—Dime.

—Estoy muy incómoda contigo detrás —Medio sonrío y hace lo mismo—. Pero no quiero que te alejes.

—No me alejaré.

Me mira fijamente a los ojos y hago lo mismo, perdiéndome por milésima vez en su mirada, en sus mejillas, en sus labios, en su cabello, en sus cejas, en todo lo que él es.

—Mila, empieza a empujar —me dice una enfermera y hago el mayor esfuerzo.

—¿Te digo otra cosa? —me siento muy débil.

—Dime.

Pujo.

—Tengo mucho sueño —Masajea mi mejilla con una mano mientras mantiene la otra sobre mi estómago, masajeando ahí también.

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