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Llevo unos diez minutos despierta y mirando al techo de la sala de Jake. Miro un segundo al lado cuando se mueven, pero solo es él que se está removiendo, incómodo. Siento que tengo la espalda destrozada, pero no voy a decírselo. Anoche, después de su intensidad por querer tener una cita y, luego de que la hayamos tenido, se puso insistente con el hecho de que quería que durmiéramos en su sala. Hice mil berrinches, pero... ¿Cómo se le dice que no a aquellos ojos y mirada de tierno en una dulce combinación con amargura? No pude decir que no, así que cedí, pero ahora estoy arrepentida.

Me siento y estiro los brazos para alcanzar mi ropa. Me levanto del suelo y muevo mi cabeza de un lado al otro, escuchando el crac del hueso. Me coloco la misma ropa de ayer y miro a Jake cuando se remueve de nuevo y voltea, entreabriendo los ojos y mirando hacia arriba para verme.

—No dormí bien —se queja.

Quiero reírme por la cara que tiene, pero hago todo lo contrario.

Me cruzo de brazos y se ríe cuando lo miro mal. Sabe que se lo advertí anoche, pero no me hizo caso.

—¿A dónde vas? —Medio se incorpora para alcanzar mi mano y tirar de ella, haciéndome caer de nuevo, pero esta vez sobre él y con las piernas a ambos lados de su abdomen.

—A mi casa. Debo tomarme la pastilla, ¿recuerdas? —Sujeto su cara con las dos manos y le doy un besito en los labios. Me hace mala cara cuando me separo, a lo que rio y le doy otro beso, pero más corto.

—¿Qué se supone que hacen en tu cuerpo?

Me encojo de hombros.

—Ayudan a que no tenga un mini tú —Nos miramos un rato y sonrío con nostalgia, tratando de que no se me note que todavía me afecta.

Jake pasa saliva y me abraza por la cintura.

—Pero... ¿Cómo funcionan?

—Se supone que impiden que ovule. traban una cosa que no sé como se llama, pero no deja que el espermatozoide pase.

Asiente, entendiéndolo, al parecer.

—¿Así te lo explicó la doctora?

Ladea la cabeza.

—No, pero me entendiste que es lo importante.

Me mira con cara de estrés y le doy un beso en la mejilla.

—Me voy, señorito.

—Bueno, señora.

Lo miro mal.

—No me digas señora.

—No me digas señor.

Me pongo de pie y él también. Me mira fijamente y hago lo mismo hasta que se canse, pero no lo hace y yo tampoco.

Empiezo a reír y él me mira los labios.

Me empino y lo beso, rodeando su cuello con mis brazos y abriendo mi boca para darle paso a su lengua cuando esta empuja queriendo entrar.

—Me encantas, loquita —susurra.

Sonrío sobre sus labios.

—Tú también, amargado.

Camino a la terraza y lo miro por encima del hombro mientras lo hago, bajando la mirada a su entrepierna y observando lo que le cuelga ahí.

—Ponte ropa.

—Luego. —Se encoge de hombros.

—Ponte ropa, Jake —Le abro los ojos, molesta y él me guiña uno mientras baja la mano a su miembro y se lo sujeta. Me detengo en seco y regreso a donde él—. ¿Sabes qué? Todavía tengo unos treinta minutos.

| 3 | LOVE: UNA NOTA MÁS ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora