Shi Qing Xuan ahogó un grito al sentir que era arrastrado a una inmensa oscuridad sin conocer su paradero o al dueño de esa mano que lo sostenía con fuerza. En segundos, sintió en su espalda algo frío y duro que lo hicieron estabilizarse para no caer.
Le aterraba que fuera algún demonio quien lo hubiera absorbido porque, de alguna manera, lo haya ofendido con su forma de ser entre los bosques y los barrios bajos de la Capital Real, pero no podía tener tan mala suerte ¿no? Un escalofrío escaló por toda la columna del anterior Señor del Viento y cerró los ojos por el pánico mientras intentaba calmarse.
"Si no veo, no pasa, si no pasa, despertaré en mi estera de paja o al lado de LianLian ¡JAJAJAJAJAJAJA! Duérmete Feng, duérmete ya, porque viene Aguas Negras y te comerá."
¿Desde cuándo se cantaba a sí mismo esa canción de cuna tan ridícula? ¡Estaba enloqueciendo de terror!
Se quedó inmóvil sobre esa barrera dura y sin calor que lo seguía sosteniendo con fuerza, él podía jurar que era una pared bastante suave a pesar de su firmeza, se negaba a que sus ojos celestes vieran dónde se encontraba, pero esto no duró mucho cuando escuchó una voz más profunda que el mismo infierno.
— Hacer una plegaria para llegar a las profundidades de los mares negros y no tener siquiera la amabilidad de dar las gracias por el gasto de energía espiritual, es tan descortés hasta para alguien de tu nivel.
Los ojos del castaño se abrieron con sorpresa al reconocer ese tono de voz que conocía perfectamente mientras le dirigía gruñidos y regaños en el pasado, su respiración se volvió irregular y sin notarlo comenzó a cantar en voz alta.
— ¡DUÉRMETE FENG, DUÉRMETE YA, PORQUE VIENE AGUAS NEGRAS Y TE COMERÁ! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!
He Xuan oscureció su perfil cuando escuchó esas tonterías salir de la boca del más bajo frente a él, colocó sus manos sobre los hombros de ese pequeño anterior dios y los apretó con fuerza, enterrando sus dedos en su carne blanca sobre la túnica que llevaba puesta. Hasta ese momento notó la pinta que tenía Shi Qing Xuan, estaba realmente deslumbrante, su cabello castaño estaba muy bien peinado sólo con un pequeño adorno en su cabeza llevándolo suelto, la túnica clara delineaba muy bien su pequeña cintura y los adornos verdes llevaron al fantasma al pasado por una milésima de segundo. Soltó un suspiro fingido por su falta de respiración y apartó al contrario con rudeza.
— ¿Qué demonios acabas de cantar? ¡Pensé que nadie podía ser más fastidioso que ese mocoso carmesí y tú lo has logrado! ¡Lárgate!
Aguas Negras tenía una mezcla de emociones en su interior que lo enloquecía, eran odio, desprecio, deseo, pasión... Era un error haberlo traído a su guarida, así que lo dejó ahí dándose media vuelta para caminar lejos del ojiazul.
— Jo... Joven He Xuan... Yo... Si gusta me puedo ir... Pero... — los nervios del anterior Dios del Viento estaban demasiado crispados, pero tenía que hacerle notar al fantasma el dilema que tenía en ese momento — ¿Cómo salgo de aquí?
El Supremo detuvo su andar de golpe, esa persona detrás de él tenía razón, si lo había traído y ahora era un humano cualquiera, ¿cómo rayos volvería a su pocilga de hogar? Lentamente giró sobre su propio eje clavando su mirada dorada en el anterior dios sin un atisbo de emoción, al menos en apariencia.
Sin embargo, una oleada de deseo volvió a golpear a He Xuan en la cara al ver directamente a Shi Qing Xuan. Su mirada comenzó en esos delicados pies que ahora estaban envueltos en botas blancas, subió lentamente por la túnica que cubría su cuerpo para deleitarse con cada sinuosa curva del otro, clavó sus ojos en el cuello blanquecino que aparentaba tener la suavidad del algodón si lo alcanzaba, hasta llegar a sus labios rosados ligeramente entreabiertos y las brillantes joyas que lo miraban con una mezcla de pena, miedo y alegría que no pasó desapercibida para Aguas Negras.
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He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimos
FanfictionHe Xuan había consumado su venganza, había tomado la vida de Shi Wudu y dejó en la ruina a Shi Qing Xuan... Sin embargo, una pregunta rondaba en su cabeza lastimeramente: ¿por qué no podía dejar de pensar en aquella cálida sonrisa y los ojos claros...