Capítulo 7... Un sueño que anhela ser realidad

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La dulzura de esos labios carnosos no se acercaba a lo que él percibía en sus sueños. A pesar de tantas carencias, la piel del anterior Señor del Viento seguía sintiéndose cálida, suave, adictiva...

He Xuan escuchaba a su cerebro gritando de forma desmedida, sus alertas internas estaban fuera de control, su piel fría se fundía con el calor y el aliento del otro. Sabía que aún estaba a tiempo de separarse y olvidarse de esta locura, pero prefirió callar esos lamentos internos con tal de obtener un poco más de esa droga oscura que lo estaba consumiendo.

Solo hasta que pasaron varios minutos, se alejó ligeramente del rostro ajeno para mirarlo fijamente mientras dormía y acarició su cabello con suavidad, recorriendo su cabeza, sus mejillas hasta tocar de nuevo esos labios color durazno.

"Sigue durmiendo, no rompas este momento, no me hagas pensar en el odio y el resentimiento que te tengo... Porque eso es lo único que siento ¿no es así?"

Aguas Negras posó su mano derecha sobre los ojos del otro para hacer un pequeño conjuro que no le permitiera despertar, pero a la vez escuchara y sintiera todo a su alrededor. Cuando escuchó un ligero suspiro de aquel dios caído en la desgracia, se acercó nuevamente a su boca para susurrar.

— Tonto, ¿cómo me dices esas palabras? Cualquiera que te escuchara diría que somos más que amigos, ¿eso está mal no? ¡Ningún amigo mío y mucho menos alguna pareja sentimental mía luciría como tú!

Al finalizar ese pequeño diálogo el corazón del fantasma parecía vivo por primera vez en mucho tiempo, revoloteando de forma furiosa en los pensamientos de He Xuan. Recordaba cuando se hizo pasar por el Señor de la Tierra, pensó en esos momentos en que amaba molestar al dios elemental sólo para ver aquel gesto mimado en el que le reclamaba sobre su negación hacia él.

La sonrisa amarga y anhelante del fantasma apareció sutilmente en su rostro, sus ojos ambarinos no dejaban de ver ese rostro que dormía pacíficamente para luego convertirse en un puchero como reacción a sus palabras.

— Ming Xion, ¿cómo es que eres tan cruel? ¡Somos mejores amigos, pero también te amo! ¡JAJAJAJAJAJAJAJA! ¡Creo que ya estoy borracho para decirte esto!

He Xuan tembló ligeramente al escuchar de nuevo la voz que le replicaba, ese tono tan alegre que siempre había utilizado Shi Qing Xuan para referirse a él, sencillamente sentía que estaba perdiendo el control de sus impulsos nuevamente. No pensaba llegar tan lejos esa noche, ni tampoco en todo lo que le quedaba de su lamentable eternidad, pero estaba ahí, a un lado de esa persona a la que debería aborrecer, no ansiar de la manera en que lo hacía.

"¿Esto es lo que le pasa a ese estúpido de Hua Cheng? Estas sensaciones... Me están quemando..."

Sonrió sarcásticamente hacia sí mismo, tanto se quejaba del otro Supremo y estaba ahí, buscando más del anterior Señor del Viento. Lamió sus labios lentamente saboreando el beso casto que le había dado hace unos minutos, ¿podría tomar sólo un poco más antes de irse?

— Cabeza hueca, parece que si estás ebrio, ¿no te cansas de beber y decir estupideces? Ven, siéntate, no reclames.

La sonrisa de Shi Qing Xuan se ensanchó más, haciendo notorio que en su sueño él veía a Ming Yi hablando de más, recordando esos momentos en los que el falso Señor de la Tierra parecía cuidarlo, en que se acercaban en cada misión hasta pasar horas compartiendo juntos, lo que hizo que su pecho saltara de alegría obedeciendo la orden, así que se incorporó sentándose en aquella cama lúgubre y se estiró sin dejar de hacer visible su emoción.

Ese movimiento le bastó a Aguas Negras para posicionarse detrás de Shi Qing Xuan, abrazándolo por la espalda y estrecharlo entre sus brazos hundiendo su rostro en el hueco del cuello ajeno. Se detuvo a oler el aroma que aún quedaba del jabón del baño que habían tomado juntos, acarició con su mano izquierda su cintura y con su diestra tomó la barbilla del anterior oficial celestial para hacer que girara su rostro de lado para acercarse más.

He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora