El amor es devoción, paciencia y cuidado... El amor se envuelve en tonos carmesí y blanco que llevan el alma al límite...
Hua Cheng había vivido enamorado de un ideal desde que era un niño de diez años, le bastó una mirada, una sonrisa, pero sobre todo la bondad de un príncipe que lo salvó de la desgracia para entregarse totalmente a él.
Desde que comprendió sus sentimientos reales, no supo cómo expresarlos, era bastante difícil para él hacerlo, pues no se sentía digno de una figura tan pura y amable como la de Xie Lian, así que se conformó con ser su más fiel creyente y el único devoto que le quedó cuando cayó en desgracia.
Lo buscó por ochocientos años, un periodo de tiempo que era asfixiante aún para un fantasma como él, porque sabía que su dios estaba pasando penurias en el mundo mortal que era terriblemente cruel. Iba y venía por pueblos pobres y ricos, siempre dejándose guiar por los rumores, pero siempre que llegaba a donde se supone que estaría el castaño, él ya se había ido.
En su tercera ascensión, cuando Aguas Negras le dijo que había ido a Ciudad Celestial armando el peor alboroto en décadas, el corazón del señor de Ciudad Fantasma enloqueció de alegría, así que, cuando supo por su espía más confiable que le habían dado la tarea de descubrir quién era el novio fantasma, no dudó en encontrarse con él.
Primero una mariposa plateada para saber que realmente estaba en el sitio, después lo encontró en el sedán ataviado como una novia y lo guio en su misión, sintiendo que realmente lo estaba tomando en matrimonio, por último, ser un joven vagando por todos lados que se encontró casualmente en la misma carreta con Xie Lian y no lo volvería a dejar ir.
Sin embargo, no esperaba ser correspondido, pensó que sólo sería un amigo fiel para Taizi Dianxia, pero cuando menos lo esperó sus sentimientos verdaderos fueron revelados y además, aceptados.
Ahora vivía con Xie Lian en su santuario en el Monte TaiCang, se habían mudado ahí cuando Hua Cheng volvió de la dispersión de su alma después de su pelea contra Jun Wu, les traía buenos recuerdos y también pésimos, pero era parte de su historia y amaban vivir ahí, tranquilos, con los arces rodeándolos, haciendo cosas sencillas de una vida humilde.
— Gege, ya terminé este ejercicio de caligrafía, ya no quiero más, creo que merezco mi recompensa, mira qué bien escribí esta vez.
Hua Cheng parecía un niño pequeño cuando se trataba de presumir sus excéntricas y horribles letras a un Xie Lian que no sabía si reír o llorar por los pocos progresos que tenía su esposo con eso.
— San Lang... ¿Crees que eso es escribir bien? Si mis maestros vieran eso... se volverían a morir...
— ¡Gege! ¡No seas cruel! Para la siguiente se lo podemos llevar al Guoshi Principal, seguro le encantará tener algo de mí.
El Supremo carmesí jamás perdonaba hacerle una broma a Mei Nianqing, tenían una relación extraña que se podría considerar de suegro y yerno en un sentido demasiado retorcido. En ocasiones iban a visitarlo cuando visitaban la Cueva de los Mil Dioses, pero siempre terminaban retándose con lo que se les ocurría, Xie Lian terminaba exasperado mientras su esposo y maestro jugaban tal como si estuvieran en un casino.
— ¡Jajajajajaja! ¡Eso si mataría al Guoshi! ¡No seas cruel tú!
Para el príncipe era tan sencillo reír al lado de su esposo, Hua Cheng siempre tenía las mejores ocurrencias, las más increíbles historias, los más raros tesoros y la mejor forma de hablar que hubiera conocido. Realmente lo amaba, con él descubrió la felicidad de la forma más natural que hubiera obtenido en toda su existencia.
El Rey Fantasma no se rendiría tan fácil, tenía muchas ganas de adorar a su dios, por lo que se levantó dirigiéndose hacia la puerta de salida del templo. Para los ojos como el topacio eso era raro, pues su esposo jamás se rendía de tal manera que tuviera que retirarse. No obstante, cuando menos lo esperó, éste se giró y lo vio con una cara pícara recargándose en la madera detrás de él.
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He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimos
FanfictionHe Xuan había consumado su venganza, había tomado la vida de Shi Wudu y dejó en la ruina a Shi Qing Xuan... Sin embargo, una pregunta rondaba en su cabeza lastimeramente: ¿por qué no podía dejar de pensar en aquella cálida sonrisa y los ojos claros...