Capítulo 33. La misión de las Calamidades

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Las tres Calamidades habían salido del Monte Tonglu gracias a la matriz de acortamiento de distancia, pero eso no significaba que estuvieran cerca de su destino, al contrario, parecía que no tenían ningún rumbo en sí.

Solo Jun Wu fue el que empezó a caminar hacia una dirección específica, algo que llamó la atención de los Reyes Fantasma, pues no se veía un sendero claro delante de ellos haciéndolos desconfiar de las intenciones del anterior dirigente de los cielos. 

— ¿Sabes a dónde vas?

— No.

— Entonces, ¿por qué carajos te mueves?

— Porque entre más perdido estés, más temerás a la verdad, Xueyu Tanhua.

Hua Cheng se cruzó de brazos, pensaba que el dios marcial quizás ya estaba senil, no obstante, era su única carta para llegar a ese demonio que les estaba dando dolores de cabeza aun sin conocerlo. Por su parte, He Xuan iba hundido en sus pensamientos, justo recordaba la manera en que Shi Qing Xuan lo había visto, por lo que solo apretó su pecho como si su corazón tuviera la capacidad de sentir dolor, algo que lo agobiaba ahora, pues la única razón por la que se había quedado como un alma en pena era por el Señor del Viento y no valdría la pena si éste lo odiaba.

— Hei Shui, ¿tienes resguardadas tus cenizas?

La simple pregunta hizo temblar al Fantasma Negro, se había preocupado por todo menos por sus restos, lo que lo hizo tragar con dificultad.

— No... Las perdí de vista después de... 

Recordar la muerte de su amado aun le causaba un escozor profundo a He Xuan, por lo que no se atrevió a terminar la frase, aunque no fue necesario porque Jun Wu solo suspiró siguiendo su camino aleatorio.

— Para ser los dos Supremos que dominan gran parte del reino fantasma, son muy descuidados. Xueyu Tanhua tampoco es que sea muy inteligente, colocar sus cenizas tan visibles en el cuello de Xian Le no es el movimiento más estratégico que haya hecho. 

Hua Cheng solo miró con desagrado al dios marcial para encogerse de hombros al instante, no le perturbaba que éste supiera el paradero de sus restos, si hubiera querido hacerle un daño real, seguro ya lo habría logrado.

— Si Dianxia desaparece, yo no tengo nada más qué hacer en este mundo.

— No todos son tan benévolos como yo.

La risa del azabache retumbó en el aire ante las palabras de quien era Bai Wuxiang y hasta lo alcanzó colocando una de sus manos sobre el hombro cubierto de tela blanca.

— ¿Tú? 

— Si yo hubiese querido, ese anillo sería polvo hace tiempo.

— ¿Qué te detuvo entonces?

— No lo sé, pero seguro no fue tu lindo rostro. 

Las miradas carmesí y obsidiana se miraron como si fuesen dos armas listas para herir de muerte al oponente, pero He Xuan se aclaró la garganta disipando el momento álgido que de nuevo se creaba entre ambos seres.

— Pelear aquí no nos llevará a ningún lado. 

Jun Wu continuó su camino en silencio hasta que llegaron a un pequeño riachuelo, por lo que decidió sentarse en la orilla para refrescarse un poco, mirando su propio rostro con esas marcas que le recordaban que, por mucho tiempo, había tenido a sus propios amigos encerrados bajo su piel haciéndolo sentir escalofríos.

— ¿Ya te cansaste?

La sorpresa del dios marcial fue mayúscula al ver a los dos fantasmas sentarse uno a cada lado con tranquilidad, no obstante, respondió ligeramente a la defensiva.

He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora