Capítulo 11... Las olas negras toman fuerza con el viento

448 41 5
                                    

Esos labios color durazno le brindaron una sensación cálida a la frente de He Xuan, una sensación que se extendió por toda su médula espinal. Por primera vez en mucho tiempo, no sabía cómo reaccionar ante lo que había visto, el anterior Señor del Viento había hecho a un lado la cabeza del tirano del agua para abrazarlo a él, a su asesino.

El hambre dentro de él explotó con fuerza, lo llenó de golpe, su autocontrol se había debilitado hasta derrumbar todas sus barreras. Sus ojos fríos parecían derretirse como oro fundido, el calor en su cuerpo venía desde el interior estallando con la superficie de su piel fría, era como sentir agujas pinchándolo sin tregua mientras seguía disfrutando de los brazos que lo sostenían con fuerza.

Aguas Negras por un momento dejó de ser la terrible Calamidad surgida del Monte Tonglu para ser únicamente He Xuan, ese hombre erudito que vivía por y para su familia, aquel que amaba con locura, sólo que ahora la personificación de esas emociones reprimidas era un joven de cabello castaño, piel nívea y ojos azules juguetones.

Tomó aquella cintura delgada que se ocultaba en la amplitud de la tela negra que la cubría, se aferró a ella como si él fuera el capitán de un barco a la deriva que se estaba hundiendo en las aguas oscuras del deseo. Shi Qing Xuan soltó un suave gemido lleno de anhelo, de sentir que el otro esta vez no iba a rechazarlo, era el deseo que tanto había guardado en su corazón desde que ese hombre le había dado la espalda, abandonándolo en la Capital Real del mundo mortal.

He Xuan aventó a un baúl de su mente todo tipo de dudas, culpas, venganzas, odios, sólo por un momento deseaba dejarse llevar por el hambre real que sentía. Siempre se había burlado de Hua Cheng por decir que quería adorar a su dios a través de su cuerpo, pero por primera vez, creía entender a esa mariposa tuerta.

El fantasma negro llevó sus manos blancas a la túnica que cubría el cuerpo del joven castaño de manera extraña, era obvio, la tela era excesiva para él a comparación de la complexión y la altura de Aguas Negras, pero se veía exquisitamente sensual de esta manera. Los ojos celestes lo miraban expectantes, no sabían qué esperar de aquel que había dicho que lo odiaba, pero lo deseaba, así que dejó correr la túnica interior hasta sus codos, exponiendo ante el azabache sus hombros y pecho, con las tetillas duras de deseo por esa mirada que se clavaban en ellas, devorándolas sin tocarlo.

El cabello castaño de Shi Qing Xuan caía en hebras desordenadas sobre su rostro, pero la mayoría rozaba su espalda con cada movimiento dándole una sensación de añoranza de esas manos frías que lo medio desnudaban. Colocó una de sus manos sobre el cabello negro y enredó sus dedos entre él, era tan suave, tan liso, una belleza, cerró sus ojos esperando el siguiente movimiento del fantasma.

Pasaron muchos minutos, la espera lo estaba matando, He Xuan no hacía nada, estaba a punto de abrir los ojos decepcionado... Pero, antes de que sus pestañas se separaran, el Supremo llevó los labios a su cuello, succionaba con pasión cada centímetro de él, esos besos húmedos se escuchaban resonar por lo bajo entre las paredes de ese salón vacío.

El anterior Señor del Viento gimió suavemente, apretando su palma sobre el cabello del otro, su sólo roce le estaba nublando los sentidos.

— Ming... Joven He... Ah... He Xion... Tómame... Por favor... No huyas más... No hoy... Por favor... Ódiame después... Mátame si quieres... Pero hoy... Hoy... Sólo hazme tuyo...

¿He Xion? ¿Lo llamó He Xion? Definitivamente la cordura del Supremo se fue por la borda sin poderla recuperar en horas. Los labios del fantasma bajaron lentamente por esa piel clara, mordía y besaba para aumentar el volumen de los lamentos placenteros de su pequeño amante.

Su premio eran esas tetillas endurecidas, paseó su lengua alrededor de ambas, las humedeció con su saliva para después soplar ligeramente sobre ellas, creando sensaciones deliciosas en Shi Qing Xuan.

He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora