Capítulo 10... El interior de las aguas oscuras, es caótico

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Esa imagen fue totalmente tortuosa para He Xuan, los ojos celestes estaban cerrados mientras la nariz pequeña que perfilaba ese rostro se hundía en la tela de aquella túnica que había dejado atrás después de haberlo tomado con una necesidad exquisita y adictiva.

Shi Qing Xuan estaba tan metido en esas sensaciones que no notó que el Supremo había llegado de manera silenciosa a la habitación, ahora que era mortal, no podía confiar en sus sentidos nublados que sólo le pedían pensar en aquellos ojos dorados que lo miraban con una intensidad que hacía que su interior se encendiera.

El anterior Señor del Viento sabía de su atracción hacia He Xuan, desde que se hizo pasar por Ming Yi su corazón fue robado poco a poco por las actitudes e inteligencia de aquel hombre; pero cuando conoció su verdadera identidad, a pesar de todo el miedo y tristeza que sintió por él, fue que aceptó ese amor tan ardiente que llenaba su corazón.

Los labios color durazno se abrieron ligeramente soltando un suave gemido de deseo sin abrir los ojos, no dejaba de repetir por lo bajo el nombre de Aguas Negras, unas veces con ese apodo cariñoso que le brindó, otras con su verdadero nombre que lo hacía tan misterioso y sensual para el menor.

He Xuan no podía quitar los ojos de esa bella escena, nuevamente los recuerdos de la noche anterior se agolpaban en su mente dejándole una sensación complicada en el alma. Pensaba que debía hacer ruido para sacar de su trance a Shi Qing Xuan pero su cuerpo se negaba a hacerlo, estaba igual de sigiloso que siempre.

Una de las manos del anterior Señor del Viento se deslizó por la orilla de la túnica negra, ésta cubría apenas las partes esenciales de su cuerpo, pero sus hombros estaban descubiertos, la tela se sostenía sólo en sus codos, su cabello estaba desaliñado y suelto en mechones salvajes. Su erección notable estaba cubierta por ese velo negro, lo que incrementó la blancura de la piel de esos dedos que la tomaron pensando en Aguas Negras.

La visión era simplemente la más exquisita que He Xuan hubiera visto en todos los siglos de vida que tenía, no había comida comparada con la que se estaba sirviendo en su cama, la oscuridad lo rodeaba, estaba a punto de acercarse cuando una sensación punzante dentro de su pecho lo hizo paralizarse. Lo tenía tan cerca, pero a la vez estaban tan lejos... Dibujó en silencio otra matriz de acortamiento de distancia para ir al salón principal donde tenía el altar de todos aquellos a los que había asesinado antes y salió de ese sitio que lo estaba asfixiando con el deseo que el joven ojiazul sentía por él.

Llegando a ese salón que siempre estaba vacío como todo en su guarida, se recargó en uno de los pilares que sostenían su palacio, no necesitaba respirar, pero sentía una sensación de ahogo en su interior, por primera vez veía lo útil de no tener tantos sirvientes rodeándolo como los tenía Hua Cheng, así podía perderse en sus pensamientos y emociones.

Se sentó en aquel lúgubre sitio, esa silla que le pertenecía que era tan negra como todo en el lugar, amaba ese color porque lo hacía pensar en todo lo que había pasado y cómo se había fortalecido para lograr su venganza. Recargó su espalda en el respaldo y colocó sus manos lentamente en los reposabrazos y observó la cabeza de Shi Wudu sobre el altar.

No quitaba sus ojos de ella, quería experimentar ese odio nuevamente, el dolor que le había propinado ese tirano del agua al quitarle su destino, el asco que le daba que cuando murió hubiera ido a asegurarse que había sido así, que usara el pretexto del bien de su hermano para hacer lo que quisiera con la vida de su familia. Pero a pesar de que esas emociones oscuras alimentaban su corazón como olas impetuosas, nada de eso tocaba sus recuerdos de aquel que se autonombraba como su mejor amigo.

Dio un suspiro forzado por la falta de funciones respiratorias, cerró los ojos recargando su cabeza sobre uno de sus brazos que había flexionado para descansar e intentar calmar su interior, pero esto no era posible, se sentía en la peor tempestad que hubiera causado sólo por culpa de ese niño.

He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora