Aguas Negras nunca había pasado una noche tan tranquila desde que emergió del Monte Tonglu, tampoco había día que no soñara cosas extrañas con el anterior Dios del Viento... Hasta ahora.
Quizás era porque sus fantasías se habían convertido en realidad, que su venganza era ahora deseo puro, que lo mecía en el suave aroma fresco de un cuerpo aferrado a él mientras dormía plácidamente o sólo porque se había vuelto loco, pero estaba en paz.
Sin embargo, la calma nunca dura, tenían que sacarlo de sus ensoñaciones para recordarle quién era y martillear su cerebro con lo que había sucedido.
"— Pulpo a media tinta, ¿dónde rayos te metiste ayer? Su Alteza no ha dejado de preguntarme por la basura del mendigo, ya mandé a Yin Yu a buscarlo a la Capital Real y no está. No me digas que... ¿¡Lo tienes tú verdad!? Si noté que lo secuestraste, pero llevas dos días con él. ¿Te has portado mal, mi pez globo más odiado?"
Ahí estaba su dolor de cabeza, un mocoso que se convirtió en Calamidad como él y con el que se empezó a relacionar por temas estrictamente profesionales, pero cada día parecía que se metía más en asuntos que no le incumbían.
"— ¿Qué quieres? Es demasiado temprano para que empieces a fastidiar, en verdad me jodes la vida, mocoso tuerto."
Le molestaba de sobremanera la intrusión en su matriz de comunicación personal, pero ahora más porque lo estaban regresando a la realidad de golpe. Sus ojos se volvieron duros y fríos de nuevo, había dejado de abrazar al castaño que seguía perdido en sus sueños y miraba fijamente al techo pensando en lo débil que había sido la noche anterior, de nuevo su mar interno ardía en furia, las olas se levantaban golpeándolo todo, debía ser una maldita broma que se haya mostrado así de hambriento y hasta cierto punto amoroso con ese cabeza hueca.
"— Te acabo de explicar que Su Alteza no deja de preguntar por la basura mortal. Tienes que traerlo a Ciudad Fantasma, sino no estará tranquilo, ya deja ir al pobre mocoso. ¡No es tuyo!"
"— Lo mandaré para allá para que tu dios deje de molestarme, ambos son lo peor que me ha pasado en la vida, idiota."
He Xuan cortó la conversación irritado, cómo se había atrevido ese niño carmesí a darle órdenes y si no fuera bastante malo eso, ¡dijo que ese cuerpo que estaba a su lado no era suyo! Quería arrancarle el otro ojo y cocinarlo en caldo para tragárselo de un bocado.
Se levantó sin siquiera mirar a Shi Qing Xuan, si lo hacía, vería todas las marcas que dejó en su cuerpo como evidencia de que lo había profanado por horas. No pensó en nada más que tomar un baño, como fantasma podía moldear su cuerpo como deseara y vestirse como sus pensamientos quisieran al instante, pero necesitaba darse el tiempo de pensar aunque fuera un momento sobre lo que haría ahora.
Seguía desnudo, así durmió abrazando al anterior Señor del Viento, revisó sus brazos y sus pectorales, realmente lo había mordido tan fuerte que aún tenía las marcas, pero no quería borrarlas, podía hacerlo, pero no lo deseaba.
La bañera siempre estaba llena, con agua caliente todo el tiempo, realmente era agradable dominar las aguas en momentos como este, así sólo se preocupó por su mente mientras se sumergía en ese torrente de vapor.
Sentado, el agua cubría casi todo su cuerpo, echó su cabeza hacia atrás en la orilla y cerró los ojos. Sabía que esa noche no iba a desaparecer, tenía que decidir qué hacer con Shi Qing Xuan, podía abandonarlo esta vez para siempre, pero nuevamente esa presión en el pecho tan molesta hacía gala de aparición.
Lo primero era llevar al castaño a ver al esposo de la mariposa, sino lo irían a buscar a su guarida, conocía a Xie Lian, cuando pensaba que su amigo estaba en riesgo, estaría provocando problemas. Ya no tenía el grillete que dispersaba su suerte, aún así parecía que siempre iba por la vida topándose con todas las desgracias posibles y no quería que su absurda fortuna llenara su palacio.
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He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimos
FanfictionHe Xuan había consumado su venganza, había tomado la vida de Shi Wudu y dejó en la ruina a Shi Qing Xuan... Sin embargo, una pregunta rondaba en su cabeza lastimeramente: ¿por qué no podía dejar de pensar en aquella cálida sonrisa y los ojos claros...