Capítulo especial... Del odio al amor, sólo hay un paso

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Mu Qing era un chico tranquilo desde que nació, vivía en una casa humilde donde pasaba el tiempo con su madre. Una de las cosas que más le gustaba hacer era ayudar a otros y practicar con ramas de árboles como si fueran espadas.

Su comportamiento era apacible, los que vivían en el pueblo pobre donde nació lo veían como una figura de generosidad y conforme crecía iba ayudando a los niños que buscaban algo que comer o curar sus heridas después de las vidas duras que llevaban en las calles.

Sin embargo, todo cambió cuando su madre cayó enferma y no pudo salir de cama nunca más, se volvió un joven sarcástico, hiriente y desesperado, alguien que decía las cosas sin filtro, pero sin expresar sus sentimientos.

No se le podía juzgar mal, aunque todos lo hicieran, esa actitud era una barrera para el dolor que sentía y la presión que cargaba en sus hombros para convertirse en un hombre con buena paga y que su nombre fuera reconocido y respetado.

Fue así como decidió hacerse notar con las personas necesarias para subir de rango y poder alimentar a su madre, además de adquirir habilidades para el arte de las espadas.

De trabajo en trabajo, aprendió a realizar las tareas domésticas con un gran talento, pues hasta para estas actividades se necesitaban destrezas que el joven de cabello castaño demostraba cada día. En su último trabajo, uno de los sirvientes del palacio real lo observó con detenimiento, asombrándole la manera en que se desenvolvía y la rapidez en la que actuaba.

Fue así como fue llevado ante la Reina Madre de Xian Le y fue entrevistado por ella para conocer sus habilidades, las cuales no dejaría pasar el chico haciéndose de un puesto dentro del palacio: sería el sirviente del Príncipe Heredero.

Realmente no le gustaba servir a otros, porque no iba con su ideal de construirse un nombre que protegiera a su madre por el simple hecho de existir, pero aun así había llegado muy lejos para lo que podía aspirar.

Cuando conoció a Xie Lian, pensó que sería uno de esos niños ricos consentidos, si bien el príncipe no podía vestirse solo y era un desastre descomunal presentándose inapropiadamente ante la servidumbre del palacio, ya fuera descalzo o despeinado, Mu Qing reconocía que al menos no era una persona cruel y tirana con las personas que lo rodeaban.

Mayor fue su sorpresa cuando notó que la persona a la que servía también adoraba las espadas y tenía un buen ojo para ubicar talentos innatos, haciendo que el joven castaño se sonrojara levemente hinchando su ego cuando el príncipe le decía que era único.

Realmente el trabajo no era tan malo, lo único que lo hacía poner los ojos en blanco todo el tiempo era ver la actitud infantil y soñadora de Xie Lian, pues él era todo lo contrario, es decir, era práctico y realista.

A pesar de ello, nunca pensó que su rutina cambiaría cuando el heredero del reino tuvo que seleccionar a un acompañante para toda su vida, en ese momento conocería el verdadero odio por un chico casi de su edad con cabello negro y piel oliva.

Feng Xin era un chico impulsivo y mal hablado desde que tenía memoria. Crecer en las familias que estaban destinadas a cubrir las necesidades del palacio lo habían hecho conocer lo que era el trabajo duro, pero también todo tipo de maldiciones inventadas por el hombre.

Su constitución era fuerte, pues trabajaba la tierra haciendo que su cuerpo se ejercitara constantemente convirtiéndose en uno de los candidatos más prometedores para ser entrenado por la guardia real.

Al principio no sabía de qué iba eso, pero con tal de salir a explorar nuevos caminos, accedió enseguida. Ahí sería la revelación de su vida, le gustaba usar el arco y la flecha con una elegante letalidad, convirtiéndose en un maestro de esta práctica.

He Xuan X Shi Qing Xuan. El destino que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora