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Esa semana estuviste extraño. No me esquivabas, de eso estaba segura. Pero ya no nos pasábamos las pinzas al almuerzo, ni nos ayudábamos en los ejercicios de matemática, ni cruzábamos miradas al estar con nuestros amigos.

Te busqué con la mirada, cuándo me viste supiste lo que debías hacer. Le pediste permiso al profesor de artes para ir a lavar los pinceles de tu grupo, cinco minutos después yo le pedí si podía ir a lavar los pinceles de mi grupo. Nos encontramos en el baño, en ese baño que era un poquito nuestro. Fui directa, tiempo después me dijiste que era una de las cosas que más te gustaban de mí.

–¿Qué tienes, Lúan?

Fue la primera vez que te llamé por tu nombre completo.

–Creo qué mis papás están ocultándome algo.

Y esa era una de las cosas que más me gustaba de ti, que siempre fueses transparente, sincero, que nunca te guardases cosas y que pudieras pedir ayuda con tanta facilidad.

–¿Por qué crees eso?

–No lo sé, a veces mamá se desorienta en algún lugar de la casa, o olvida cerrar la estufa, o pierde la cuenta de en qué día estamos. Y cuándo le pregunto a papá sólo dice que es normal en la vida de los adultos. Ya sabes, lo de a veces olvidar las cosas.

- Ya, pues creo qué es verdad, Lú. A mi mamá a veces se le olvida dónde ha dejado las llaves o su celular. Y mi papá siempre pierde su billetera o sus lentes. Es normal.

Recuerdo que mis palabras te tranquilizaron. Aunque no me lo dijiste pude verlo. Luego nos pusimos a lavar los pinceles mientras salpicábamos agua al otro.

LúanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora