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A Mirko nunca pude ocultarle nada, así que a los tres días le confesé todo. Le confesé que me habías besado. Mirko sólo me abrazó mientras yo me deshacía en lágrimas pidiéndole perdón, que por favor no se fuese de mi lado, que le quería. Él aceptó quedarse, aceptó que seguía amándome con la misma intensidad de siempre y que al fin y al cabo, él siempre supo que nuestra relación era de a tres.

Pero a pesar de ello no pudimos evitar la incomodidad de seguir ahí, en Milán, así que tomamos un vuelo a la ciudad del caos, cómo creo que le llamamos alguna vez: New York.

LúanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora