24

5 1 0
                                    

Empezamos a hacerlo al menos una vez a la semana, en mi casa ya que nunca había nadie. En la tuya tu padre seguía poniéndose rojo cada vez que nos encontraba besándonos y nos obligaba a mantener la puerta abierta.

–Me gusta tener sexo. Aún más contigo.

Solté una vez. Me miraste feo. No te gusto lo que dije.

–Lo que tenemos no es sexo, Lu.

Sabía lo que querías decir. Para mi tampoco era sexo. Pero tenía miedo. Te habías metido en cada una de mis grietas y a veces sabías que algo malo pasaba incluso antes que yo. Pero no te lo dije, sólo me quedé en silencio, apoyada en tu pecho mientras tu mano trazaba círculos en mi espalda.

–¿Cómo le pondrías a tus hijos?

Solté. Ésa era otra de las cosas que te gustaban de mí, esa habilidad para preguntar lo que fuera sin pena. Lo pensaste un rato.

–Si fuera niño Piero –lo saboreaste –.Si fuera niña Gianna.

El recuerdo de tu madre llegó inmediatamente a mi. Casi cumplíamos tres años sin ella.

–Me gustan –te sonreí –.Si fuera niño Lech. Si fuera niña Kirsi.

– Me gustan.

Esa fue nuestra segunda promesa.

LúanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora