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El día del baile fue el día más especial que había vivido hasta ese momento. Porque, para iniciar, fue la última vez que fuimos sinceros con el otro antes de separarnos. Pero también porque te veías jodidamente precioso. Habías empezado a practicar boxeo unas semanas atrás y los incipientes músculos en tu brazos lo hacían notar, ibas en un traje negro con una camisa morada a la que le habías desabrochado algunos de los botones de camino al salón y habías aplicado una capa de gel a tu pelo para que según tu te vieras <<merecedor de mi>>.

Pero el momento más memorable de la noche fue cuando nos sacamos las instantáneas. Cada alumno tenía derecho a dos folios, entre los dos teníamos derecho a cuatro y en cada folio calzaban tres fotografías. Las primeras nos las sacamos junto a tu padre y Gio, que eran nuestros acompañantes esa noche. Mis padres, si mal no recuerdo, por esas fechas estaban en Malta. Las siguientes las tomamos con tus amigos, que también se habían convertido en mis amigos. Los dos folios restantes nos los tomamos juntos. Una con tu brazo alrededor de mis hombros. Otra en la que me abrazabas por la espalda. Otra en la que te daba un beso en la mejilla. La siguiente fue un beso casto en los labios. Para seguir con una en la que me tomabas como si fuese una novia y besabas mi mejillas. Y mi favorita; en la que me besaste por sorpresa y salía con los ojos achinados, una sonrisa enorme, dándote un leve golpecito en la espalda, una de tus manos estaba en mi cintura y la otra en mi mejilla. Sí, esa era mi favorita.

LúanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora