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El día de la entrega de diplomas fue una mezcla entre alegría y tristeza. Quedamos sentados uno al lado del otro. Mi pierna no paraba de saltar y tu mano estaba llena de cueritos en los dedos. Nos llamaron juntos, uno después del otro. Tu padre gritó que éramos su orgullo. Mis padres no habían podido asistir pero mi abuelo si que lo hizo, él no gritó ni se levantó de su asiento, solo nos dió un leve asentimiento de cabeza y una sonrisa, tu pecho se llenó de orgullo. Le habías tomado cariño luego de ir cada sábado a jugar cartas desde hace años.

Me estrechaste contra ti cuando recibimos los diplomas. La directora se escandalizó cuando decidiste besarme en la boca frente a todos. Mi abuelo te quiso asesinar con la mirada. Pero yo sólo podía verte a ti. Nos miramos. Supongo que nos dimos cuenta de que no volveríamos a sentir lo que sentimos por el otro jamás.

LúanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora