Nos volvimos a encontrar dos años después. Está vez en Milán. Tú te habías hecho un nombre durante esos últimos años. Habías ganado una Estrella Michelin y tenías varios restaurantes por todo el país. Yo sólo había acrecentado mi fama y dinero, tenía mi propio estudio, más de 6 mil personas trabajaban para mí y todas las semanas llegaban invitaciones para que asistiera a algún festival, una pasarela o para que le hiciera el vestido más deslumbrante a alguien del momento.
–Me van a escuchar bien ¡Quiero un cupcake! De vainilla, con chips de chocolate y crema pastelera ¡O no subiré a esa pasarela! –Grité. Había al menos doce personas a mi alrededor pero ninguna me llevaba un bendito cupcake para la ansiedad. Ya estaba en el tope de la medicina, si me daba otra es probable que tuviera una sobredosis. Y no es que no quisiera buscarlo yo misma, pero la chica que me arreglaba el pelo me miraba mal hasta por respirar muy fuerte. –¡Tráiganme un cupcake, dios!
Me harté de que esas personas me ignoraran. A la mañana siguiente le diría a Camille, mi asistente en ese momento, qué no volveríamos a trabajar con los organizadores de ese evento. Me levante pesé a las protestas de la mujer y empecé a caminar al área del cátering.
–¡Uno no puede ni comer tranquila! ¡Sólo se interesan en...!
Y choqué. Primero pensé que había sido una pared pero era demasiado blando como para que lo fuera.
–No recuerdo que fueses tan despistada, Lu.
Me paralice. No podías ser tú. No podías, no podías, no podías. No debías ser tú. Pero lo eras.
–¿Qué haces aquí, Lúan?
Tu rostro se contrajo. Te había hecho daño. Me arrepentí al instante, pero no iba a pedirte perdón. Era uno de los defectos que había adquirido luego de que se acabara: me había vuelto orgullosa. Y no dejaba que nadie entrase en esa habitación que había creado con los años. Hasta que Mirko rompió uno de los muros, claro, pero luego de él nadie había vuelto a entrar.
–Una chica, la chica de gafas...–rebuscaste en tu memoria, lo sabía porqué seguías tensando la mandíbula al pensar en algo en específico –¡Camille! Sí, Camille, dijo que era tú asistente, me pidió que te trajese un cupcake. Creo que me confundió con uno de los asistentes, pero igual te lo traje.
Me lo mostraste. Tenía la crema pastelera aplastada y me dí cuenta que la mayoría había acabado en tu delantal, probablemente con el choque. Me lo tendiste y yo lo tomé con el suficiente cuidado como para no tocar tu mano.
–Gracias.
Me sonreíste.
–No me iré sin que lo pruebes, Lu –me diste una de tus sonrisas ladeadas y te arremangaste el delantal–. Vamos, hazlo.
Dudé un segundo. Pero lo hice.
–Sabe... –medite las palabras–, sabe cómo los que hacía tu madre.
Tus ojos se cristalizaron. Te aguantaste las lágrimas y te apoyaste en una de las paredes cercanas mientras terminaba el cupcake.
–Es maravilloso todo lo que has logrado, Lu.
Soltaste cuándo lo terminé.
–Tú tampoco te has quedado atrás, Lú –dude si decírtelo pero al final lo hice–. Ahora yo sigo siendo grande, y tú también lo eres.
Me diste una sonrisa melancólica. Y ahora fuiste tú quién se quiso ocultar tras el caparazón.
–Soy el encargado del cátering, pero sí te molesta diré que debo irme y dejaré a alguien a cargo. No quiero arruinarte la noche.
–Tu jamás arruinarías mi noche. –solté antes de que pudiera procesarlo. Ibas a decir algo más, lo sabía.
Pero llegó Camille y me llevó consigo, no pude procesar todo lo que acababa de pasar y ya estaba presentando en el escenario.

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Lúan
Romance¿Puede una historia de amor jamás tener final? ¿Cuál es el límite? Esta es la historia de Lu, la chica que deseaba ser querida. Y de Lúan, el chico que la quiso, aunque quizás no de la manera correcta. Porque en la vida, siempre hay personas que te...