14: Concatenar

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El camino que Alex tuvo que recorrer de vuelta a su hogar se desarrolló, para su inmenso alivio, de forma pacífica. Ya que había recuperado buena parte de su energía, fue capaz de cargar con su hermana inconsciente durante todo el trayecto sin complicaciones. Nirvana lo acompañó por si surgía alguna amenaza imprevista, pero se mantuvo cabizbaja unos cuantos pasos por detrás y desapareció sin despedirse poco antes de alcanzar el domicilio.

Antes de ingresar a su casa, Alex repasó mentalmente las excusas necesarias para enfrentar la avalancha de reprimendas que, estaba seguro, le lanzaría su madre sin piedad. Para su inmensa fortuna, ella todavía se hallaba en su centro laboral y no regresaría hasta el día siguiente, lo cual le quitaba un gran peso de encima. Tan solo tuvo que tomarse el tiempo necesario para reportar todo lo sucedido a su padre, quien, como era de esperarse, no denotó el más mínimo gesto de sorpresa o preocupación. Con la sonrisa gélida que lo caracterizaba, el señor Hound se limitó a felicitar a su hijo tanto por haber sobrevivido, como por haber establecido conexiones útiles para el siguiente paso de su plan.

En cuanto a Silvie, a Alex no le resultó complicado convencerla de que se había desmayado poco después de iniciarse el caos. Como ella tenía la cabeza plagada de recuerdos difusos y no quedaba ni rastro de las heridas que el necrólito le había infligido, aceptó la versión de su hermano sin darle más vueltas al asunto. Ni siquiera fue necesario advertirle que no debía mencionar el tema en frente de su madre, ya que de todos modos su asistencia al festival había sido un secreto desde el comienzo. Por otro lado, según la versión oficial que dieron las autoridades respecto al caso, tan solo se había tratado de "un pequeño accidente producido por pirotécnicos que no causó daños materiales ni dejó heridos", librando así a cualquiera de temores innecesarios.

De esa manera, la familia pudo disfrutar de una relativa paz hasta que, unos pocos días después del incidente, llegó el momento de dar inicio a la mudanza. Como la idea era transportar los bienes de forma gradual con el pasar de los meses, los señores Hound y Silvie no tuvieron necesidad de cargar con más cosas de las que cabían en la camioneta familiar. Alex los ayudó hasta que estuvieron listos para partir, pero antes de poder despedirlos fue abordado por su madre, quien le rogó por última vez que aceptara ir con ellos. Al no encontrar manera de enfrentar el estado cercano al llanto de una mujer que, por lo general, se mostraba severa e irascible, fue su padre quien tuvo que salir en su rescate.

—Contamos contigo, Alexander —dijo el hombre en voz baja luego de convencer a su afligida esposa de embarcar—. Mantente alerta y no te rindas bajo ningún concepto. Si llegas a enfrentar problemas graves —hizo un imperceptible ademán con la cabeza en dirección a Tíndalos, que se hallaba en los asientos posteriores junto a Silvie—, sabes que tienes derecho a usar un susurro sin limitaciones. Pero solo será uno, no lo malgastes en banalidades o te arrepentirás.

El muchacho se limitó a asentir sin pronunciar palabra, ignorando el escalofrío que le había producido la mención del susurro. Como último detalle, el señor Hound le entregó un celular idéntico al que había perdido durante el combate contra el necrólito, indicándole que estaba limpio y podría servirle para disipar sospechas si lo personalizaba de manera adecuada. Ya que no tenía indicaciones adicionales que brindar, el hombre le dio una suave palmada en un hombro antes de subir a su vehículo y ponerlo en marcha. Alex alzó una mano para devolver las despedidas que su madre y su hermana le hicieron, tras lo que se dedicó a observar la silueta del auto conforme se alejaba hasta dar vuelta a una esquina. Sin más razones para quedarse allí, inició una parsimoniosa marcha de vuelta a su domicilio en tanto permitía a su mente divagar con libertad.

Ya que había logrado rescatar el chip de su antiguo celular, se preguntó si debía intentar ponerse en contacto con Nirvana, tal vez llamándola o mandándole un mensaje. No había vuelto a oír noticias de ella desde la noche del festival, lo que le generaba algo de inquietud. Por fortuna, dicha preocupación se desvaneció al momento de poner un pie en la sala, al ver a la susodicha acomodada en uno de los sillones. Lamentablemente, el brujo Logios también se hallaba presente, lo que lo hizo entrar en estado de alerta. Si bien la imprevista manifestación de aquellos dos personajes no le había generado ni una pizca de asombro, Alex se forzó a esbozar un gesto de desconcierto que consideró acorde a la situación.

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